CONEJOS EN LAS CHISTERAS

Es un mal asunto ir perdiendo poco a poco la capacidad de asombro, disminuir la posibilidad de sorprenderse insensibiliza al ser humano y lo va robotizando de manera peligrosa, por eso para quedarme con la boca abierta y los ojos como platos suelo echarle a diario un vistazo a cuatro o cinco periódicos prestando más atención, debo confesarlo, a la sección de deportes, por pura comodidad ya que en esas pocas páginas a menudo se concentran la mayoría de las noticias asombrosas del día y siempre hay lugar para el pasmo, bien con las decisiones, bien con las excusas, bien con los diagnósticos o bien con las recetas y los tratamientos que aplican para resolver los problemas nuestros “jerarcas” deportivos de turno.
Sin embargo lo que más inquietud me causa es comprobar como empieza a progresar la ausencia de verdad en el fútbol, o lo que es peor, la perversión de esta, aquello que de forma tan acertada y brillante resumía el abogado portugués experto en legislación deportiva Marcos Motta en una sola frase, que no precisa traducción: “No fútebol, a verdade de hoje é a mentira de amanhã… e viceversa”.
Pelear contra la mentira es duro, pero convivir rodeado de ella lo es mucho más, por eso todos los que sentimos el fútbol como algo importante en nuestras vidas tenemos la obligación de no caer en el desaliento y hemos de evitar como podamos la tentación de rendirnos pues ese sería el mayor triunfo de los tramposos que viven de hacernos creer que hay conejos en las chisteras. A esos habrá que decirles que conocemos su truco, viejo y manido, y que estamos dispuestos a subir al escenario y desmontarlo.
En aquel tratado sobre el pensamiento humano que tituló “El conocimiento inútil”, Jean-François Revel escribía como frase inicial: “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”. Me atrevo a pronosticar que en el fútbol va camino de convertirse en la única. Es el signo de unos tiempos en los que los resultados, que según muchos ponían a cada uno en su sitio, ahora ponen en su lugar sólo a algunos, en los que la experiencia puede resultar un lastre si tu curriculum compite con el del inexperto amigo del “asesor” del mandatario, tiempos, en definitiva, en los que repartir abrazos y besos de Iscariote produce a menudo más réditos que el trabajo cualificado, digno y honrado.
No reconocer que se ha perdido autenticidad en el fútbol sería, en mi opinión, un ejercicio de autoengaño que considero que no estamos en condiciones de permitirnos. Lo artificial, o mejor dicho, lo postizo empieza a estar por todas partes: en los dirigentes, en los futbolistas, en los entrenadores, acaso hasta en los aficionados. No sé si tenemos aún tiempo para remediarlo, pero sería importante intentarlo, por qué no hay triunfo que se disfrute más que aquel que es sufrido y se consigue con un gol en el descuento.
Cuando era niño y salíamos de excursión en el colegio solíamos cantar en el autobús aquello de “ahora que vamos despacio, ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras tralará, vamos a contar mentiras tralará, vamos a contar mentiras. Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas…”. La primavera es tiempo de excursiones, de finales de ligas y de asambleas de clubes, ojalá esta vieja canción pegadiza siga sirviendo sólo para que los colegiales hagan más llevadero el viaje hasta la parada para la comida y no tengamos que escucharla justificando decisiones o balances económicos y que los niños de hoy sigan prefiriendo encontrarse en la fiambrera, en vez de chucherías, el bistec empanado o el bocata de tortilla.

CONEJOS EN LAS CHISTERAS

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