Cataluña, a las urnas

Todas las encuestas vaticinan la victoria de ERC en las elecciones catalanas previstas para febrero (aún sin convocar, todo hay que decirlo), con una muy probable repetición de la mayoría absoluta independentista en el Parlament, aunque con menos votos que en 2017, por efecto castigo de una franja de votantes decepcionados con sus dirigentes, incluidos los presos del “procés”.

Ese recorte en el músculo electoral del independentismo no servirá para acortar distancias con las fuerzas no independentistas, porque estas también están afectadas por la desmotivación de sus votantes, asimismo enfadados con sus dirigentes. Por ese lado, el de la relación de fuerzas entre los dos bloques, todo seguirá más o menos igual que en el escenario anterior, el salido de las urnas autonómicas de 2017.

Por tanto, vayamos a la principal interrogante en cada bloque respecto al partido que logrará la primacía en cada uno de ellos. En el independentista, la duda es si el acercamiento de ERC al Gobierno de Sánchez va a ser más rentable que la confrontación con el Estado propuesta por JxC. Y en el constitucionalista, garantizada la primacía del PSC (un fijo indiscutible en todas las encuestas), está por ver si Vox, gran beneficiado del enfado achacable a los votantes no independentistas, adelanta al PP en la demarcación derechista.

La complicidad de ERC con el PSOE, fraguada en el alineamiento de los PGE21, está cargada de riesgos para sus intereses en el tablero catalanista. Puede ser un pasivo más que un activo, pues regala a los seguidores de Puigdemont el argumento del pariente político vendido a los enemigos de la familia. La candidata de JxC, Laura Borrás, no se va a morder la lengua para señalar a ERC como un aliado del Estado represor y del partido del 155. Y entonces las élites urbanas, atraídas por las actuaciones de Rufián en el Congreso, quedarían sobradamente descompensadas por las franjas más separatistas de ERC.

En trámite de análisis previo a la aritmética electoral de las urnas, es un lugar común la posibilidad de una fórmula transversal de gobierno en la Generalitat. Léase gobierno “tripartito” de ERC-PSC-Comunes. La hipótesis responde a la doctrina Sánchez sobre el cambio de cromos. Sería el principio de la reconciliación o el principio del deshielo para superar la fase de estancamiento en los tratos de la Generalitat con el Gobierno del Estado. En todo caso, un escenario más habitable que el del reto secesionista que terminó en los tribunales

Volver a las andadas no es una opción. El “procés” está muerto. Ha muerto de pandemia, hartazgo y fragmentación. De ahí la indolencia entre sus seguidores, sin olvidar que, por otras razones, el mal de la indolencia también está afectando al otro lado de la barricada, el constitucional.

Cataluña, a las urnas

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