Clima irrespirable

Cada pleno se hace más irrespirable”, decía este miércoles el diputado Iñigo Errejón, en alusión al creciente grado de enfrentamiento entre los partidos alineados a uno y otro lado de la barricada. No parecen coronados por el éxito los llamamientos al sosiego, trasladados a los portavoces por la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, en vísperas de esta cita parlamentaria destinada a aprobar la sexta y última prórroga del estado de alarma, esta vez sin sorpresas.
Una lástima, pero es lo que hay. Justo cuando se acumulan las buenas noticias tras el pesado cautiverio. El número de muertos diarios se reduce a cero, empieza a ser más importante la economía que el control de la enfermedad, crece el número de afiliados a la Seguridad Social, se reanima la Bolsa, los españoles recuperan progresivamente la movilidad, etc.
Aunque el coronavirus sigue acechando, ya se puede decir que hemos salido del túnel. Y si echamos la vista atrás podemos acreditar con pruebas un alto grado de cumplimiento de los planes diseñados para salvar vidas usando el estado de alarma como el mejor de los instrumentos legales disponibles para conseguirlo. Con más luces que sombras, si nos atenemos a los resultados contantes y sonantes, no a opiniones.
Sostengo que los errores cometidos por el mando único y los generalizados reproches respecto a la gestión de la crisis (tardía, insuficiente, errática, descoordinada), han acabado siendo un decimal frente a la magnitud de un esfuerzo coronado por la conquista del primero de los objetivos que se perseguían: frenar la cifra de contagiados y fallecidos. Nadie con independencia de juicio puede negar que se ha conseguido.
Sin embargo, en el pleno de este miércoles volvió a primar el enfrentamiento entre los partidos políticos donde lo menos tratado fue el propio objeto de la sesión: autorizar la sexta y última prórroga del estado de alarma. El debate quedó monopolizado por la artificial tensión entre fascistas y antifascistas. O, ya en tono menor, entre quienes defienden la continuidad del Gobierno y quienes quieren tumbarlo, mientras el presidente Sánchez, que no predica con el ejemplo, se afanaba en retóricos llamamientos a la concordia.
La mala noticia vuelve a ser el enfrentamiento entre los dos partidos de la centralidad. El durísimo discurso de Pablo Casado, líder del PP, descarta la posibilidad de remada conjunta en la reconstrucción de España a partir del 21 de junio, fecha señalada para entrar en la “nueva normalidad”. Cuadra con el radicalismo. Sánchez no es creíble en su aparente apuesta por la unidad tras haber demostrado poco interés en mantener la comunicación permanente con el líder del principal grupo de la oposició  

Clima irrespirable

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