Europa nos mira

as ayudas europeas de hoy son los recortes de mañana, aunque el Gobierno, por boca de su ministra de Exteriores, González Laya, declare que no se trata de recortes sino de “una gestión prudente de nuestros recursos”.
Eso es lenguaje creativo para que digamos “reformas” cuando queremos decir reducción del gasto público no productivo, como condición necesaria de acceso a unas ayudas destinadas a facilitar nuestra recuperación económica, siempre que el coronavirus no vuelva a amargarnos la vida en otoño.
En todo caso, los fondos aprobados en Bruselas el pasado fin de semana entierran la doctrina original del socio de Pedro Sánchez, el vicepresidente Pablo Iglesias, cuando defendía romper con el euro, ignorar la deuda pública y nacionalizar la banca. Eso lo dijo hace siete años. Hoy por hoy, digamos que lo ocurrido en Bruselas enfría la doctrina de Podemos respecto a una salida de la pandemia por la izquierda con propuestas muy necesitadas de gasto público.
Por tanto, no le falta razón al líder del Partido Popular , Pablo Casado, al declarar que Europa ha presentado una “enmienda a la totalidad” de las políticas del Gobierno Sánchez, en tanto que socio y aliado de un partido comunista con el apoyo parlamentario de partidos igualmente desafectos a la ortodoxia fiscal de la UE.
Todo esto nos remite a la razón existencias de la Unión Europea. No han cambiado mucho las cosas, pues el vino nuevo se deposita en los viejos odres. Me refiero a la ecuación fundacional: arropamiento financiero por cesión de soberanía. 
A cargo de deuda pública conjunta (mancomunada de la Unión Europea), España recibirá esta vez un maná de 140.000 millones de euros para sobreponerse a los estragos del coronavirus.
El precio es la renuncia a políticas propias. Quedan estas subordinadas a la ortodoxia presupuestaria de Bruselas, so pena de que el “freno de emergencia” (un nuevo mecanismo de control sobre el uso de la ayuda) pueda bloquear de hecho la aplicación de un determinado plan nacional de reformas, a presentar por cada uno de los 27 estados miembro, debidamente ajustados a “objetivos específicos” marcados por Bruselas.
Es la lógica federal. Compatible con la tensión entre las partes. Menos visible en los tiempos fundacionales, cuando todos los países eran menesterosos (recién salidos de la segunda guerra mundial).
Ahora ya estamos en la Europa de los desiguales, marcada por la desconfianza entre norte y sur, ricos y pobres, luteranos y derrochadores, cigarras y hormigas, austeros y manirrotos. Son los lugares comunes utilizados para describir los dolores del reciente parto (manguerazo de 750.000 millones de euros) en la larga y trabajada cumbre del coronavirus.  

Europa nos mira

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