Huella tóxica de Podemos

Bajo los efectos del ataque de contrariedad sufrido en su cita del martes con Pedro Sánchez en Moncloa, el tambaleante líder de Unidas Podemos, Pablo M. Iglesias Turrión, amenazó con el rechazo de su partido a la investidura de Pedro Sánchez. Horas después, el miércoles por la mañana, aseguró que su acuerdo con Moncloa “está más cerca de lo que parece”.

Puede ser, aunque nunca en los términos planteados por Iglesias. Es decir, nunca ese Gobierno de “coalición” reiteradamente negado por el candidato socialista a repetir como presidente del Gobierno, cuya propuesta se ciñe al consabido concepto de “cooperación”. Hasta ahí llegó el trato. Cooperación puede ser. Coalición, ni hablar.

¿Por qué?
Primera y determinante del resto de las razones: porque no suma, como se han hartado de repetir en el entorno de Sánchez. La suma de 165 diputados entre las dos fuerzas de la izquierda no da para resolver con ese único movimiento el problema de estabilidad que tiene este país.

La segunda razón tiene que ver con la huella tóxica de Unidas Podemos, que es un partido en descomposición. Nadie garantiza al PSOE que la coalición estaría libre de sobresaltos por los problemas internos del partido de Iglesias. Incluso el eventual derrocamiento de su liderazgo podría ser un problema sobrevenido con la Legislatura en marcha.

La tercera razón nos remite a los perfiles ideológicos de Iglesias y su partido. Su declarada aversión al régimen del 78 y su tendencia a justificar el desafío independentista en Cataluña podría colocar en los circuitos mediáticos y políticos, en cualquier momento, una soflama contra el rey de España o un pronunciamiento favorable al derecho de autodeterminación.

La cuarta y última razón es de carácter táctico. Una hipotética coalición del PSOE con Podemos taponaría de entrada cualquier otra alianza que, a diferencia de esa, sí sumaria lo suficiente como para gobernar sobre una base estable, segura, duradera y menos aquejada de sobresaltos.

En otras palabras: una alianza del PSOE con Podemos impediría otra más eficiente con Ciudadanos. Una puerta que de ninguna manera quiere cerrarse cuando aún tiene un margen de por lo menos dos meses para seguir apelando a la responsabilidad de los partidos comprometidos con el orden constitucional.

Dicho sea lo cual cuando en el interior de Cs se ha desatado un incendio de resultado incierto entre quienes, fieles a las tesis de Rivera, se han instalado en el “no es no” al sanchismo, y quienes, seguidores de las tesis de Garicano, Roldán y otros, apuestan por un alineamiento con el PSOE.

Huella tóxica de Podemos

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