Que España funcione

Hace un año enterramos a Pepe Oneto, periodista de referencia, en su tierra gaditana de San Fernando. El recuerdo del amigo se cruza con las tareas de ahora mismo, coincidentes con la comparecencia pública del presidente del Gobierno para explicar su “plan de recuperación, transformación y resilencia de la economía española”, ya en camino hacia Bruselas.

Escuchando a Sánchez, pregonero de un futuro mejor gracias a la fortaleza de nuestra voluntad y la generosidad europea (140.000 millones de euros en seis años), no he podido eludir el recuerdo del momento rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros que Pepe Oneto aprovechó para inducir una respuesta simple a una pregunta simple sobre los retos de la España colonizada por el PSOE en las urnas octubre de 1982.

El entonces flamante presidente del Gobierno, Felipe González, acababa de ofrecerse a los españoles para aplicar lo prometido en la campaña electoral de aquel año: “Por el cambio”. Ese era el compendio de sus planes. Un solo concepto, cargado de esperanza. Ahora son cuatro lo salmos de Sánchez: digitalización, ecología, cohesión social e igualdad de género.

Pues bien, la pregunta de Pepe Oneto, hace ya 38 años, fue tan sencilla como el concepto aireado por González para ganarse el favor de los votantes: el cambio. “¿Qué es el cambio?”, pregunto Oneto. Y González respondió con el mismo espíritu de síntesis y la misma vocación de titular periodístico en el que seguramente están pensando ambos: “Que España funcione”.

Tanto aquel “cambio” del histórico líder del PSOE como la “segunda modernización” de Sánchez, mediante el crecimiento, la creación de empleo y la fe en nuestras propias capacidades, se reducen a algo tan simple como eso: que España funcione. Y si no funciona, de poco sirve ahora pregonar que se van a incorporar 27.000 millones de euros de la UE a los PGE de 2021 y que se van crear 800.000 puestos de trabajo en 3 años.

Y España no funcionará si a los cuatro salmos de Sánchez, no se añade con éxito uno más: la confianza de los españoles en la clase política llamada a rescatarnos del coronavirus. Partimos de un estado de opinión colectiva marcado por la incertidumbre y la desorientación en la lucha contra la pandemia sin perjudicar demasiado a la economía, o en la lucha para controlar el funcionamiento de la economía sin que se disparen los contagios. Ese equilibrio entre la protección de la salud y la protección del bolsillo no se ha conseguido. Y ahora el temor a un drama social consecuente del desplome económico no parece derrotado por la esperanza en los planes del Gobierno. Se nos promete el mejor de los mundos en el resorte de unos PGE “progresistas e inclusivos” que ni siquiera tienen garantiza su aprobación parlamentaria, precisamente por la incapacidad de la clase política para entenderse ante una emergencia nacional como la que está viviendo España desde que el coronavirus nos puso contra la pared.

Que España funcione

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