Torra, “torrat”

Está fundamentada la confianza del Gobierno en la pronta desinflamación de la ira callejera en Cataluña. Ni los activistas estarán por prolongar un estado de guerrilla urbana que no está alentado por la esperanza sino por la desesperación de promesas incumplidas y un sueño imposible. Bien lo expresa la sentencia cuando se refiere a la “disimulada certeza de los acusados” de que en ningún caso el Gobierno legítimo del Estado iba a permitir la secesión de Cataluña.

Los propios detenidos por los disturbios han declarado sentirse frustrados por la “república fallida” y la desconfianza en sus dirigentes políticos. Ahora ya saben que, a diferencia de los representantes del independentismo en el Parlament, el Estado no iba de farol.

También han descubierto unos y otros, dirigentes políticos y activistas del soberanismo, así como el Gobierno central y los partidos comprometidos con la Constitución, que la violencia está reactivando a esa Cataluña que sufre en silencio. Solo nos faltaba la propuesta de Torra por un nuevo referéndum. Otra bofetada a la Cataluña sufriente que, independentista o no, va al trabajo cada día, quiere tener la fiesta en paz y ahora siente el vértigo de estar junto al abismo. Los hechos la empujan a dejarse oír y abandonar su condición de mera espectadora del horror. Los catalanes de proverbial aversión al desorden y la inseguridad están aterrados por el síndrome del piloto borracho que se ha instalado en la Generalitat.

Un periódico habla del “soliloquio enajenado” de Torra, símbolo vivo de la degradación de la causa independentista. Un pirómano devorado por su propio fuego. Más que devorado, “torrat” (quemado), como ha escrito Jordi Tarragona en un brillante artículo. Lo de “Estar torrat”, según lo ha titulado este empresario catalán, va mejor con el apellido del president. Y viene a pelo a la hora de explicar los efectos de la insolación. El más evidente, el de las alucinaciones. Como percibe olores, sonidos o visiones que nadie percibe, es una máquina trituradora del pensamiento lógico, una fuente tóxica e inagotable de actitudes esquizofrénicas.

Pero que un “torrat” esté al frente de una organización riesgos. El peligro es que la alucinación individual se contagie y derive en alucinación colectiva. Véase lo ocurrido en noviembre de 1968 con las 900 personas que se suicidaron en Jonestwon (Guyana). Incompatible con la tierra del “seny”, pero mejor saber dónde están los garbanzos negros.

Torra, “torrat”

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