Tramposos

Carles Puigdemont, prófugo a la espera de una posible entrega por la justicia alemana, no le urge la formación de un gobierno “viable”. No descarta la repetición de elecciones, aunque asegura que no las desea.
Son las ambiguas declaraciones del expresident en la noche del domingo pasado. Jugando en casa, a preguntas del director de TV3, no disimuló su intención de aprovechar el plazo disponible hasta el 22 de mayo, fecha de no retorno para volver a las urnas si antes no hay candidato. Con doble objetivo. Por un lado, reforzar su liderazgo en el bloque independentista. Por otro, avanzar en lo que llama “internacionalización del conflicto”.
Está claro: hacer indiscutible su caudillaje y desgastar la imagen de España en Europa. Sin apearse de las mentiras tantas veces repetidas que suenan a verdad en opiniones públicas de nuestros socios. Como hacer creer que Puigdemont y compañeros de viaje son exiliados, que en España se encarcela por ideas, que vivimos bajo la bota de un Estado represor sin respeto al resultado de las elecciones, que viola la libertad de expresión o el derecho de participación política y no permite a los catalanes votar sobre su futuro en las urnas.
Un discurso tramposo que ignora deliberadamente las reglas del juego de un Estado legítimamente constituido. Y al ignorarlas encuentra en el victimismo su herramienta para mantener viva la causa secesionista. Victimas de un Estado de estirpe franquista, dicen. Una consigna de fácil penetración en sectores europeos con tendencia a simpatizar con el nacionalismo catalán, como si fuera la parte débil del conflicto.
Un conflicto, dicho sea de paso, cuya judicialización condiciona el desenlace. Si, por ejemplo, Puigdemont sostiene que su objetivo es “continuar la construcción del país”, el juez no tendrá otro remedio que prevenirse ante el riesgo de reiteración delictiva, pues se está apostando por avanzar hacia la republica catalana y a Llarena no le queda otra que ratificarse en los cargos del auto de procesamiento (rebelión, malversación y otros).
Del mismo modo el riesgo de reiteración delictiva se convierte en causa de que haya desautorizado al propio Puigdemont, a Sánchez y Turull como aspirantes a presidir la Generalitat, ahora intervenida por el Gobierno en aplicación del 155. Los líderes independentistas agitarán entonces una de sus mentiras favoritas: “No permitiriremos que sea el juez Llarena quien elija al candidato”, olvidando que hay unos sesenta diputados nacionalistas sin cargas judiciales.
El problema no es de nombres, claro, sino de cómo mantener el pulso al Estado. Lo grave es que esa mentira también la maneje el presidente del Parlament, Roger Torrent, que es quien tiene la llave del desbloqueo. Está por ver que la use pensando en el bien de todos los catalanes, no de Puigdemont y sus costaleros.

Tramposos

Te puede interesar