El color de la corrupción

Noticia hay. Y periódicos que la siguen, investigan y destacan, también. A saber, entre ellos, “ABC” y “El Mundo”. En este último periódico ha sido el mismo redactor que destapó los casos del PP y día sí, día también y hasta a dos conexiones por programa salía contándolo por la televisión. Ahora es la misma comunidad autónoma, la valenciana, y los modos, formas y maneras de actuar como dos gotitas de agua. Es más en el eje del asunto esta la empresa Acuamed.
Y no es una gota sino algo más de líquido monetario y son las desaladoras las que aparecen de pantalla de todo el enjuague. Yo te doy contratos troceados y turbios y tú me lavas imagen y además me pagas la campaña electoral. Vamos, más o menos el modus operandi de siempre y de la “otra vez”. Pero ahí se acaba cualquier otro parecido. Porque lo que cambia es el parecer. Para “esto” no hay cámaras, ni repiques de campana, ni tertulias monográficas ni consignas a seguir ir.
Y ¿por qué la cosa se queda en sordina, no hay ni escándalo, ni griterío, ni peticiones de cese y dimisión, ni repulsa social ni nada de eso que se supone va y debe haber cuando aflora la corrupción? Pues porque resulta que esta porquería no es de color azul. No es del Partido Popular. Es rosa, es del PSOE y además del Bloc, o sea, de Compromís. Y entonces es como si fuera pecado venial, como los ERE, que ya se sabe que en realidad era una manera de “repartir”. Vamos que casi “solidaridad” .
En esta ocasión andan de por medio, y al igual que en el caso andaluz, los más relevantes personajes del partido. Porque ser presidente del mismo supongo que lo es. Y si Chaves y Griñán lo fueron de la Junta de Andalucia también, la actual presidenta del PSOE, Cristina Narbona, fue, era en aquel entonces del asunto, ministra del inefable ZP.
Esto, ya se lo adelanto, quedará en “na de na”. Por no tener no habrá reproche televisivo, mediático y moral. Tampoco penal, porque el asunto en varios de sus ribetes está “prescrito”. O sea, se ha descubierto o se ha procedido judicialmente a su investigación cuando ya se había pasado el plazo en el que se considera punible el hacerlo.
De rositas se van y aún más, en olor a rosas y bondad. La prescripción para según quienes supone que no han hecho nada mal. El medio millón de euros, pelillos a la mar. Porque la pena en corrupción sí tiene color. Y depende de ese cristal tiene pena eterna o perdón.
A otros, y me acuerdo de Rita Barberá, y de aquellos mil euros que entregó a su partido y que supuestamente le devolvieron después, la pena, aún teniéndola dictada, no les ha prescrito ni siquiera después de morir. Mancharon su propia muerte incluso y mancharán su memoria por los siglos de los siglos, amén.

El color de la corrupción

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