Formabesta, en Ana Vilaseco

formabesta es un colectivo de artistas, formado por Salvador Cidrás, Juan Cidrás y Vicente Blanco, quienes ofrecen, en la galerïa  Vilaseco, con el título de “Esgazados”, una muestra de tapices  y esculturas cerámicas de factura singular, para la que parten de elementos constructivos, formas y texturas que están en la base de la arquitectura popular, buscando de este modo tender un puente entre artesanía y arte. 
Son muy significativas sobre todo, como base compositiva, las formas prismáticas rectangulares que recuerdan los ladrillos y que van articulando en contenedores que pueden recordar muros cegados de cuadras o galpones, silos, cabañas, pies de hórreos y remates de tejados, entre otros elementos;  otra característica notable de estas piezas son las superficies  con relieve de ondulantes surcos que emulan, además de al ladrillo, a las uralitas y chapas aislantes puestas en las paredes; también llaman la atención las grandes aberturas o “bocas” con forma de pirámide truncada que van adosadas en los laterales de las esculturas  y que son como respiraderos para que entre el aire a los opacos interiores. 
Toda la obra de estos artistas se sustenta en el juego de unos pocos elementos modulares que se repiten en combinaciones diversas, tal como suele ser habitual en la arquitectura y en construcción, en general. Componen así piezas geométricas de una configuración sui generis, en la que priman los muros ciegos y la idea de espacio cerrado y de clausura. No hay aquí ninguna apelación a fantasías orgánicas u ornamentales, sino puro minimalismo. La única concesión es el color, en un  temperado abanico que va de los rosa salmón al blanco, al ocre grisáceo o verdoso, al azul celeste, al negro y al suave amarillo.
También hay que destacar el muy medido juego de los contrastes, en primer lugar el de vacío o hueco interior que se deja ver a través de las aberturas laterales y que se opone al de cerrado o tabicado de las paredes externas; también por estos huecos se filtra la luz creando reflejos sobre el esmaltado brillante de tonos oscuros con que han tratado las superficies interiores, lo que da origen a otro de los contrastes: el de luz y de sombra, una luz que en este caso parece como si quisiera recogerse hacia los hontanares de lo secreto o como si quisiera evocar las estancias sombrías y mal alumbradas por luces de candiles, como aquellas en las que habitaban nuestros abuelos. Respecto a los tapices, juegan también con las texturas voluminosas, los dibujos geométricos  y los quiebros o rupturas de la superficie plana por medio de armazones de madera. 
La estética “forma-besta”  parece aludir a la presencia de lo rudo, lo tosco, lo que aún hay de no refinado o animal tanto en el ser humano como en sus realizaciones, sobre todo en aquellas que aún no se han despegado de lo primitivo, lo que en este caso no suena a desdoro sino a homenaje hacia un pueblo que partiendo de los humildes elementos que le proporcionaba la naturaleza: la tierra, el barro, la piedra, la lana... supo crear todo un singular e irrepetible hábitat.

 

 

Formabesta, en Ana Vilaseco

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