Iris Schomaker, en Vilaseco

Iris Schomaker (Stade, Alemania)  que vive y trabaja en Berlín, muestra su obra en la galería Vilaseco, bajo el título de “Thinking about the beauty of you” (Pensando en tu belleza), en la cual es especialmente protagonista la figura humana, aunque reducida a una presencia solitaria y case esquemática, que va encuadrada en geometrizados rincones de interior; son figuras que hablan de celada intimidad y de ensimismamiento, incluso de anonimato, pues sus rostros son óvalos vacíos y el espacio que los rodea es también  un blanco vacío; a veces, estos personajes aparecen en compañía de un animal. perro o gato acuclillados a sus pies o sentados en su regazo, que refuerzan la idea de un diálogo mudo. 

Sin duda no son seres sin historia, pero esta queda envuelta en el misterio, suspendida  de ese hilo sutil del encuadre sin referencias expresas, y no podemos saber si hay drama o alegría, tal vez haya ambas cosas mezcladas, como sucede con la vida. Un buscado hieratismo los convierte en impávidos y expectantes espectadores que aguardan no se sabe qué. 

Todos ellos están sometidos al trazo firme del dibujo, a veces abocetado, que Iris domina con soltura  y que se impone sobre otros valores plásticos, como el color, que se encuentra reducido a los contrastes de blanco y negro, con puntuales  y aislados toques de amarillo, de naranja o de verde, lo que evidencia que busca una gramática visual sencilla y clara, compuesta de iconos antropomorfos que se repiten y adquieren cierto aire jeroglífico. Podemos situarlos en la actualidad  porque las sencillas prendas que visten: pantalones, jerseys, camisas... sólo pueden ser de hoy, pero. salvo por eso, podrían ser atemporales. Sólo tres tienen nombre: Elsie que dormita, Olga que dibuja sentada y Marietta que estirada sobre el suelo contempla un blanco papel, pero también ellas devienen hieráticos iconos, más que seres con carnalidad 

¿Y dónde está la belleza que el título anuncia? Nada tiene que ver, desde luego, con la sofisticación y el adorno, sino con la sencillez de la imagen pura y desnuda, limpia de aditamentos; quizá con la noble aspiración de representar personas en su inocente estar, a las que puedes entregarte con la misma confianza que lo hace el gatito recostado en el regazo de uno de ellas. 

Pero también hay otra espléndida y mítica belleza: la del muchacho irguiéndose majestuoso, sobre el blanco caballo que le sirve de montura, en medio de la oscura noche, como una moderna prefiguración de Parsifal. De una belleza misteriosa y romántica es el cuadro que representa el rincón de un sombrío bosque nocturno, en el que se alzan tres oscuros troncos de árboles, uno de los cuales aparece coronado por una gran copa redonda de la que penden cilíndricas formas verdes, a modo de extrañas hojas; es un espacio que incita y sobrecoge, a un tiempo, como si fuese escenario propicio para un cuento de hadas. 

De belleza de cuento o de la belleza transformadora del arte que busca siempre lo esencial  y abre puertas a secretas sugerencias habla I. Schomaker.

Iris Schomaker, en Vilaseco

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