Isabel Pintado, en el azul

Isabel Pintado (Madrid, 1964) trae a Bomoble una selección de su obra, que incluye la serie de dibujos “Erótical” y un grupo de pinturas donde el espacio, en especial el de las azules vastedades, tiene el protagonismo, pues siempre estuvo “Buscando un lugar” –como indica en un cuadro de 2004– y ese lugar seguramente no puede ser otro que el de la utopía.  
Por eso, su azul actual es de mar, de cielo y de inasibles lejanías, pero también es un azul interiorizado y simbólico, un azul  de ensueños puros y de ideales tal vez inalcanzables; ya que siempre  ha estado presente en sus creaciones la necesidad de mostrar la extrañeza de lo real, lo que expresó por medio de aéreos ámbitos y de ventanas abiertas al más allá, hasta que un día esos marcos cayeron y empezó a desdibujar contornos y figuras, para entrar toda entera en el color azul, cuya longitud de onda es la que mejor expresa los anhelos de lo alto  y de espiritualidad. 
Es un azul al que modula con los más variados y posibles  matices, el turquesa, el añil, el  opalino, el cobalto, el celeste, el ultramar...; o que bien se tiñe levemente de tonalidades malva, como para apresar el tibio calor de un recuerdo; y, a veces, viaja hasta el misterioso gris de payne, el más apto para hablar de soledades, como en la hermosa acuarela “Paseo”, que recoge los silencios húmedos de una playa desdibujándose hacia el infinito; o en la que titula “Instante”, donde las siluetas oscuras de tres personajes se orillan en la soledumbre de las plomizas y evanescentes corrientes del agua. 
Al mismo tiempo, también se fue despojando de presencias y de  referencias a lo tangible para abrir libros cerrados, tal vez memorias disueltas en las linfas del tiempo, como rezaba su maravilloso cuadro “Libros de agua” (2009) y para escribir páginas de poesía cromática sin ataduras, con la mirada puesta en el lejano horizonte de los intangibles sueños. 
Son los versos del libro “Azul” de Rubén Darío, con el que inició el Modernismo en lengua castellana, los que mejor expresarían esta belleza nacida en las galerías recónditas del alma: “... el vuelo del recuerdo/ que al espacio se lanza/ languidece en lo inmenso/ del azul por do vaga.” Y de las galerías del alma nace también ese Eros inocente de sus desnudos y sus parejas abrazadas, en las que late el ansia eterna de fusión o el encuentro transformador del Amado en la Amada o viceversa, como expresa inefablemente San Juan de la Cruz.  
Su obra entera predica de un exquisito sentir, al tiempo que cada pincelada parece latir con la verdad desnuda del corazón y si un día los lienzos fueron para ella miradores abiertos desde su interioridad hacia todas las latitudes del espíritu, hoy son cósmicas vastedades y, a veces, aguas quietas en las que explota toda la refulgente y dorada luminaria del sol. 
Así pues, con sabios trazos en sinfonía de azules, va desvelando las profundidades que emergen a las ondas de superficie de su emocionado cielo-océano interno, dejando sobre él caligrafías y versos que hablan, insistentemente, emocionadamente, de “buscar el mar”.

Isabel Pintado, en el azul

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