Nando Pereiro, en Arte Imagen

La galería Arte Imagen acoge la muestra “Morfuturo” del escultor Nando Pereiro (Santiago, 1976). Formado en la Escuela Mestre Mateo, donde terminó sus estudios en 2004, la piedra, y especialmente el granito, es desde entonces su principal vehículo de expresión, entrando así a formar parte de esa tradición tan nuestra de los “arxinas” o maestros canteros que nos han dejado obras memorables, desde los cruceiros al Pórtico de la Gloria.
Aunque su obra no alcance todavía el carácter monumental, podemos afirmar, al contemplar las piezas expuestas, que estamos ante un buen escultor que, además de dominar el oficio, da muestras de gran creatividad, ofreciéndonos un sorprendente grupo de criaturas híbridas, a las que llama “alterentes”, en las que funde aspectos antropomorfos con otros zoomorfos o supuestamente alienígenas.
Son, pues, morfologías de raíz orgánica, pero que apuntan a seres del Morfuturo que él anuncia; no obstante, también podemos encontrar en ellos ecos del bestiario mágico poblado por sirénidos, esfinges, caballos alados y un largo etcétera. Igualmente, es inevitable recordar todas las esculturas de los capiteles y canecillos del arte románico, donde la imaginación de los tallistas se despachó a gusto. Algo de eso pervive aquí y hay también un cierto barroquismo formal, tan acorde con el arte gallego; la preeminencia de las circunvoluciones, de las curvas y de las formas espiraloides y abultadas da fe de ello.
Se pueden observar también guiños a las insculturas de los petroglifos y a los giros laberínticos, que tanto pueden llevarnos a Mogor, como a ciertos crustáceos marinos. La naturaleza se funde, pues, con el sentido rítmico de los ancestros, apuntando igualmente a los ritmos astrales. El Morfuturo no deja así de ser una síntesis de los hallazgos del pasado y todo gira y se transforma en una especie de eterno retorno, de eterno devenir de formas analógicas, que encantarían a Darwin.
Ejemplo destacable es Anmonita, anfibio de caracoleantes extremidades inferiores que se despliega luego en elegante sílfide o espíritu de las aguas; otro notable ejemplo es Aerotrasno, una cabeza alada de alargados ojos de alien que se sostiene sobre una rocosa forma circular. Y rizando el rizo de las sugerencias y fusiones extrañas está Rosalien de Castro, un busto de rasgos faciales muy sintetizados, en cuya frente se abre un tercer ojo espiral y remata en cuatro ensortijadas espirales, a modo de cabellos; nuestra poeta se traslada así desde sus ensoñaciones románticas a las galaxias o, mejor aún, lleva las galaxias en su pensamiento.
Nereo, Circumbólido, Tritón, Motorgánica, Enigmano, Alboránido... son otras tantas muestras de la desbordada imaginación de este artista, que dice admirar a Brancusi, pero que viaja más allá de las formas sintéticas del genial rumano, hacia los mares y cielos donde la invención humana se da cita con los universos de la ciencia ficción.

Nando Pereiro, en Arte Imagen

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