EL alcalde de Oporto, Rui Moreira, ama tanto a Vigo que llegó a calificar el reino del todopoderoso Caballero, don Abel, como “la salchicha fresca en medio de una francesinha” (el bocadillo típico de su ciudad) y a Peinador como “un aeropuerto miserable”. Aunque no lo parezca, eso es amor, pues se nutre de la ciudad olívica; por aire, arrebatándole pasajeros para su aeródromo, el Sá Carneiro, y por mar, facilitando los trámites para la importación de mercancías –hasta 50.000 toneladas han sido desviadas este año a su puerto–. Ahora que Mouriño anda buscando un nuevo campo para el Celta, si le ofrece el estadio do Dragao, igual hasta se lo lleva para la otra orilla del Minho.