El cambio alimentario

LA cova Eirós constituye la prueba irrefutable de la pujanza de Galicia en el paleolítico. La gruta es el berce de la interculturalidad, que ahora se considera lo más moderno de lo moderno, pero que ya estaba de moda por estas tierras hace 10.000 años, pues, según los arqueólogos, entre esos penedos e rochas de Triacastela tenían su casita los últimos neandertales del norte de la Península, que llegaron a coexistir con los primeros humanos modernos. Incluso da la impresión de que algunos de los habitantes de la versión enxebre de Atapuerca han sobrevivido hasta la actualidad y hasta los hay que ocupan puestos de responsabilidad. Como si estuviesen dispuestos a cerciorarse de  esa posibilidad, los arqueólogos han vuelto a la cueva y andan por allí escarabellando en busca de vestigios que permitan saber cómo se comportaban aquellos trogloditas. Por ahora ya saben que mallaban con paos e pedras en los osos y después se los zampaban. En eso los de ahora son más moderados; prefieren ir a un restaurante con estrellas Michelin donde deconstruyan los alimentos. 

El cambio alimentario

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