El ruralismo anaranjado

AL hiperurbanita Albert Rivera, el político antes conocido como Adolfo Suárez, le ha dado por el ruralismo. Debe de estar convencido de que quien sabe comprar una lechuga en un supermercado lo sabe todo sobre el campo, incluso buscar una aguja en un pajar y ahora pretende que Ciudadanos se expanda por la España rural. Va a tener gracia verlo peregrinar por las corredoiras con el sacho ao lombo repartiendo impresos de afiliación y mendigando votos. Igual hasta le da por comprar un carro de vacas en algún museo etnográfico y pintarlo de naranja para recorrer o país, como hizo con aquel autobús de dos pisos. Si lo hace, tendrá que asesorarse bien, porque aquello había sido arrepiante. Combinaba el castellano y el gallego –nada que oponer, pues la comunidad es bilingüe–, pero su mensaje en vernáculo, “Galicia merécese máis”... Ese reflexivo ofendía hasta a los castellanoparlantes. Por no hablar de la bandera gallega, cuya franja estaba al revés. De seguir así, casi va a ser mejor que se dedique a los huertos urbanos.

El ruralismo anaranjado

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