La imaginación al poder en Madrid

CUANDO en mayo del 68 a los estudiantes de París les dio por gritar “La imaginación al poder”, la abuela Carmena aún no era abuela, pero desde hacía tres años estaba licenciada en Derecho. Debería tener, por lo tanto, entendederas suficientes para comprender el significado de las cosas y saber lo que le gustaba y lo que no. Y eso del empoderamiento de la imaginación debió gustarle tanto que aún  ahora está rodeada de concejales con una imaginación desbordante, como José Manuel Calvo, quien para justificar el disparatado plan municipal para la Gran Vía aseguró que “el grado de civilización de una ciudad se mide por la altura de sus bordillos”. O sea, los poblados marginales que rodean Madrid, donde no hay una sola acera, son el culmen de la civilización.  

La imaginación al poder en Madrid

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