SI Knickers hablase en vez de mugir, confesaría que es un marginado, pero que se siente feliz. No, no es que sea masoca, sino que estaba condenado a muerte por su tamaño descomunal, que ha sido también lo que lo ha salvado. Knickers nació toro, pero el bisturí lo transformó en buey. Empezó a desarrollarse y no paró: mide 2,33 de alzada y pesa 1.400 kilos. Es propiedad de un ganadero australiano que como no pudo introducirlo en el matadero, lo indultó y lo usa como cabestro de sus vacas. Menos mal que está castrado, porque sino o lo toreaban los hermanos Gasol en un mano a mano u Ortega Cano no podría sacarle faena. FOTO: knickers, rodeado de enanitos | youtube