Paco Vázquez, el coruñesismo hecho hombre, ofició en su día, con el exdeportivista Albert Luque como monaguillo, la ceremonia de presentación en A Coruña de Albert Rivera, el político antes conocido como Adolfo Suárez. Fue el primer acto de adhesión de la izquierda –izquierda moderada, casi centro, la del exalcalde y más extrema, sobre el campo, eh, la del futbolista– al hombre naranja. Tanto gozó Rivera con la intervención del antiguo embajador que volvió el martes a la ciudad a por más piropos. Esta vez actuaron ambos como concelebrantes y le atizaron del derecho y del revés a Pedro “La sonrisa” Sánchez por su actitud cobarde ante los independentistas catalanes y su miedo a enfrentarse a los populistas. Impartieron una máster class sobre constitucionalismo. El exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra daba otra lección magistral a muchos kilómetros de distancia, en la que calificaba de “paletos” a los miembros de la “izquierda boba” que se avergüenza de España. ¿Cómo habrá sido capaz el PSOE de enviar al desván tesoros tan valiosos?