Ningún candidato gana el debate y todos perdemos

entre la desolación –no por esperada menos profunda– y la indignación terminaron los españoles de ver el debate entre los candidatos a la Presidencia del Gobierno.

Los convencidos de la incapacidad de los presentes en la cita para pactar por el bien común se reafirmaron en sus creencias después de que más que presentar sus propuestas, Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Santiago Abascal se dedicaran a dejar patente lo mucho que se empeñan en hacer que lo que les separa sea insalvable.

Los indecisos no encontraron respuesta a sus dudas en intervenciones muy alejadas del nivel que se espera de un futuro presidente. Fueron tres horas de nada. Nada útil, al menos. Discursos para sacar pecho, reproches, “y tú más”, un ladrillo... Y de nuevo, las mentiras. Alrededor de una veintena de datos falsos, medias verdades y enunciados engañosos. Pero en medio del bombardeo de mensajes quizá algún infundio calase en los espectadores. Y eso que se llevaba el autor. Desde pactos inexistentes a mejoras laborales infladas, pasando por estadísticas de delincuencia sin base alguna y hasta artículos de la Constitución reformulados a conveniencia.

Lo que no hubo fueron ideas para desbloquear una situación de desgobierno que hace tiempo que pasó de insostenible, ni capacidad de respuesta a las cuestiones que se plantearon durante el debate –el mutismo de Sánchez, cabeza baja y mirada huidiza, como estrategia es floja y como realidad, devastadora–, ni una mínima muestra de liderazgo de los que, por momentos, parecía que no quisieran hablar. Quizá por no tener nada que decir.

Después de la actuación de los cinco candidatos, los analistas y los equipos electorales se esfuerzan en determinar quién ganó. El debate, ninguno. Aunque lo preocupante es que los que pierden, una vez más, son los votantes.

Ningún candidato gana el debate y todos perdemos

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