El patético espectáculo que ofrece la patronal gallega

a los gallegos se nos acusa con frecuencia de llevar el minifundio integrado en los genes. En realidad, eso es una exageración, pero la verdad es que, con demasiada frecuencia, pecamos de exceso de localismo. Esa es una de las causas por la que ha fracasado por enésima vez un intento de llevar adelante una presidencia en la Confederación de Empresarios de Galicia. Antón Arias ha optado por arrojar la toalla un año después de llegar al puesto. Y lo hace acusando la “poca naturaleza democrática” de las organizaciones provinciales de Pontevedra y Ourense. En realidad, parece que los egos de los patrones patrios son más grandes que sus ganas de hacer cosas no ya por su colectivo, sino por Galicia, y prefieren dinamitar cualquier intento de convertirse en interlocutores válidos de la Xunta por una misérrima cuota de poder. Habrá nuevas elecciones, pero, a estas alturas, ya nadie da un duro por una entidad que ya no puede caer más bajo. Seguro que surge algún salvador que dispondrá de otros doce meses de gloria.

El patético espectáculo que ofrece la patronal gallega

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