Uno de los dos PSOE que existen ya tiene un plan B

El PSOE, al menos públicamente, ha entonado un prietas las filas en torno a su líder y los barones callan en público sus temores ante un pacto con Podemos que ni tan siquiera llega para sumar una mayoría razonable. Saben que Sánchez está dispuesto a pagar el peaje que haga falta con tal de seguir en La Moncloa y, haciendo bueno aquello de Alfonso Guerra de que el que se mueva no sale en la foto, se quedan refugiados en sus cuarteles de invierno a la espera de lo que pueda suceder. Hay quien habla de un plan B, una alternativa para cuando todo sale por los aires en la que estaría bien situado el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. Sin embargo, más allá de los rumores e intrigas palaciegas, la realidad es que, por ahora, las aguas bajan calmadas. El problema puede surgir cuando trascienda el precio del apoyo (ojo, la abstención también se cobra), de los nacionalistas para permitir la formación de Gobierno. En ese momento puede estallar una guerra abierta porque, aunque nadie lo quiera reconocer, ahora mismo hay dos PSOE, diferentes y divergentes, conviviendo en las mismas siglas.

Uno de los dos PSOE que existen ya tiene un plan B

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