¡PIDO PERDÓN!

Sí, queridos lectores, con toda la humildad del mundo, pido fervorosamente perdón a todos ustedes, porque les he defraudado. Me explico: en esta sección, hace unos cuantos días, escribí: “Este gobierno del gallego Rajoy, compuestos de PNN”. Rotundo error de un servidor. Debí haber escrito: “Este desgobierno del gallego Rajoy, compuesto de PNN”. Por ello pido riguroso perdón.

Rajoy y su mariachi de seudo gobernantes sólo aciertan cuando rectifican. Véase el reciente caso del ministro Gallardón, un ministro con freno y marcha atrás que ni podría limpiarle los zapatos a su recordado padre. De la Báñez, mejor ni hablar, y de la Mato, para qué contarles. De Montoro, le vale el título de una película: “Con él llegó el escándalo” y así, sucesivamente.

Porque ¿en que cabeza cabe que en reciente debate sobre el estado de la nación un presidente –gallego y que presume de serlo– no dedicó, en un discurso de dos horas, ni un solo renglón a su “amada” Galicia? Como si en nuestra tierra no hubiese problemas. El sector pesquero se va al carajo, si no está ya en él. La construcción naval, a la que se prometió el oro y el moro, se halla en plena ruina y en pavorosa descomposición. El sector lácteo no puede estar más depauperado. Y por lo que respecta al AVE gallego, a nadie se le oculta que es casi imposible mantener ahora los plazos y compromisos recientemente asumidos.

Al final, y con intervención de la portavoz del Bloque, pudo sonar el nombre de Galicia en el salón de sesiones del Congreso de los Diputados. Entonces, sí. Entonces Rajoy nos dedicó ¡7 minutos! Una auténtica limosna, en comparación con el tiempo que dedicó a vascos y catalanes. Claro está que los gallegos tenemos fama de sumisos y parece que somos incapaces de subirnos a las barbas –¡nunca mejor dicho!– del aún presidente Rajoy. O sea, que del AVE gallego, ni flores: el tema no merecía la consideración del ínclito presidente –¿sonrisas?–.

Puede ser, pero la caldera gallega está a punto de saltar por los aires. En Galicia –cosa que no ocurrió ni en la posguerra de España– comienza a haber hambre.

Y el hambre, coitado presidente, es muy mala consejera.

¡PIDO PERDÓN!

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