DESTINOS HUMANOS

Encontré a mi amigo Petapouco espatarrado sobre un banco de Méndez Núñez,. Somnoliento, párpados medio cerrados, respiración afanosa y un rictus de baba repugnante fluyendo de su boca. Al verme espabiló y habló doctoral: “Menudo lío está armando el Papa Francisco al denominar las cosas que suceden por su nombre. Así llama hermano al hombre –homo homini lupus– como aquel santo de Asís y sus florecillas. Nos conmueve cuando habla de los pobres y sus bienaventuranzas, pues son sal de la tierra”.
–Te encuentro muy místico –dije–. Debías de ir a esas tertulias vociferantes que dogmatizan y arreglan todo.
“Acabo de encontrar un amigo –prosiguió como si no me hubiese oído– que ha cumplido 57 años de matrimonio y once de noviazgo. Un récord que cumple el dicho de la paloma mexicana –‘no hay amor como el primero”– y que reafirma la película ‘El chico del periódico’ que proyectan estos días. Un thriller donde un muchacho da lecciones de honestidad a cuantos le rodean, incluida su fidelidad amorosa a una hermosa ninfómana”.
El mundo actual –expliqué– responde a otras latitudes morales. Desde Roma un hombre se empeña por cumplir su destino. Y nos invita a compartir mesa, vino y pan. Igualito que nuestro país y sus platos mágicos, mariscos, caldo gallego, lacón con grelos y empanada.
“Quizás sea el paréntesis lógico a esta conversación disparatada –replicó Petapouco–. Por eso quiero recordar a un sacerdote culto y buen prosista, Enrique Chao Espina –cuidador de cuerpos físicos para preservar relojes del alma– describiendo nuestras empanadas como cajas de Pandora ‘seca hojaldrada en pastelón de pollo’ y otras abiertas en un empedrado diminuto de berberechos”.

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