EL JUEZ ESCRITOR

Ha dicho el nuevo deán de la catedral de Santiago, Segundo Pérez, que tal vez no sea este el momento más oportuno para la publicación del libro de Vázquez Taín en el que el juez recrea literariamente el robo del códice Calixtino. Creo, sin embargo, que el deán se ha quedado corto, fruto, tal vez, de su bonhomía y buen talante. Pero, para mi entender, la salida a la luz del libro es hoy por hoy no sólo inoportuna, sino también improcedente.

No hay que olvidar que Vázquez Taín ha sido el juez instructor de la causa contra el acusado de la sustracción de la más célebre y antigua guía de peregrinos que se conoce. La fase de instrucción acaba de concluir. Pues bien, cuando el procedimiento judicial está en pleno desarrollo, el autor y juez esparce el libro a los cuatro vientos.

Y es que por mucho que el autor diga que cualquier parecido de la obra –una ficción– con la realidad es pura coincidencia y por mucho que insista en que separó su trabajo como instructor de su quehacer literario, lo cierto es que la opinión pública –por lo general no muy avisada– tenderá sin remedio, y a veces con cierta base para la conjetura, a relacionar ficción y suceso. Y en ello padecerán gratuita e injustamente no sólo el acusado, sino también la propia Iglesia compostelana.

Entiendo que el editor haya aprovechado el momento para lanzar el libro y que haya presionado al autor para que la obra estuviera lista en estas vísperas del juicio. Es su negocio. Pero aquí es donde el juez escritor tendría que haber hilado mucho más fino y no haber sucumbido a intereses económicos de terceros, por no hablar de los suyos propios. No creo que por esperar un tiempo se hubiera resentido la calidad literaria que pueda atesorar el texto.

Es de recordar la polvareda que montó un caso que podría guardar cierto paralelismo: la publicación hace ahora cinco años por la esposa del juez Gómez Bermúdez de un libro en la que ésta loaba a su marido por lo bien que había llevado el caso del 11-M. “La soledad del juzgador”, se titulaba. El fondo de la controversia fue el mismo: la posible mixtura de sumario judicial y literatura.

Conocida es, con todo, la propensión del juez Taín a ser actualidad. A no pocos les sorprendió, por ejemplo, que formara parte de aquel insólito cortejo o procesión cívica que en su día se montó para devolver el recuperado códice Calixtino al arzobispo compostelano, monseñor Barrio. Detrás del policía que portaba el preciado libro allá iba el juez Taín. ¿Por qué y para qué? Eso se preguntaron muchos.

EL JUEZ ESCRITOR

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