LA RECETA DE LA OCDE

La perenne crisis que nos amarga la vida desde más tiempo del que un trabajador, en paro o en activo, puede soportar, nos ofrece datos reveladores de lo que se nos viene encima. La diferencia entre las personas pobres o con menos ingresos y la clase poderosa económicamente hablando se ha agrandado de forma considerable hasta alcanzar las diferencias más importantes jamás vistas hasta ahora. Lo peor de todo es que si continuamos con este ritmo, y todo apunta a que seguiremos así, las distancias se tornarán abismales e irreversibles. Los economistas tendrán mil razones para explicar por qué sucede esto, pero como casi siempre lo hacen a posteriori, el mortal común debe fijarse en otros parámetros para predecir lo que se avecina. Fijémonos en las tiendas de nuestras ciudades. Los comerciantes que peor lo están pasando son aquellos que venden productos de precios elevados y de gran calidad. No los del gran lujo, que a esos les va bien, sino las tiendas que vivían del capricho o del exceso que uno se puede hacer una vez al año. Antes, ya no recuerdo cuándo, un asalariado podía permitirse una prenda de ropa de una marca conocida, o un bolso, unos zapatos, una joya... Ahora ya no. El ritmo que llevamos conduce a la desaparición de las clases medias. Sí esas que en tiempos de bonanza salían a cenar, iban de tiendas y viajaban. Pocos quedan ya. Habría que tratar de conservarlos como si de una especie en extinción se tratara. Esta crisis es como el más peligroso de los depredadores. Es capaz de cebarte durante un tiempo y, poco a poco, quitarte el sustento hasta que uno se muere de inanición. Y si logra resistir gracias a la beneficiencia, resulta que viene su gran aliado en forma de banco sin escrúpulos y te desahucia. La solución a todo este despropósito la tiene la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). No es otra que subir el IVA y rebajar el coste del despido improcedente. Menos mal que De Guindos dice que no les hará caso. De lo contrario, el siguiente paso sería el de la reverencia al patrón, la obediencia ciega, el trabajo a destajo por un plato de lentejas y dar las gracias, no sin antes acceder al derecho de pernada, y concluir con una sonrisa diciendo “sí bwana”.

 

LA RECETA DE LA OCDE

Te puede interesar