Lágrimas negras

Lágrimas de luto, de tristeza, con “filin”, para un adiós. Se fue a los 94 años Bebo Valdés, –pianista, compositor, arreglista y director de orquesta– para formar parte de la gran banda celestial junto a otras estrellas de la música que aún desde la lejanía de la eternidad siguen brillando con intensa luz sobre el universo musical.
Deja aquí una estela musical reconocible, ensanchada brillantemente por su hijo, el pianista Chucho Valdés, con quien el grabó su último disco, “Bebo y Chucho Valdés juntos para siempre”. Su nieto, también pianista, Chuchito Valdés, que hace unos días estuvo actuando en A Coruña dentro del festival itinerante de “Jazz in Blue”, se quedó con las ganas de compartir escenario con el abuelo. Era una ilusión, tocar los tres juntos, que ya no podrá cumplir.
“Caballote” –como se le conocía familiarmente por su estatura– tuvo dos vidas artísticas en su longeva carrera, que inició formando parte de varias orquestas cubanas, convirtiéndose en una de las figuras de la época dorada de la música cubana al frente de su propia orquesta, “Sabor”, y participando activamente, entre 1948 y 1957, en la gestación del jazz afrocubano, desarrollando los ritmos del mambo y el “filin” –y creando el suyo propio, la “batanga”– con descargas que tenían su epicentro en el Tropicana Club de La Habana, junto a Cachao, Benny Moré o Ernesto Lecuona.
Dejó su Cuba natal y se fue a vivir a Suecia una existencia anónima durante tres décadas, siempre fiel a sus raíces musicales, hasta que cumplidos los 76 años Paquito D’Rivera “dio con él” para grabar un disco. En el año 2000 Trueba lo invitó a participar en el documental “Calle 54”, junto a Cachao y su hijo Chucho, y a partir de entonces Bebo inició una de las etapas más fértiles de su carrera, haciéndose asiduo a los premios Grammys y a otros galardones que adornaron su trayectoria artística.
Afable en el trato, asistí a varios de sus conciertos conversando con él en más de una ocasión. Me llamó la atención su humildad, como si no hubiera “roto un plato”, habiendo roto muchas vajillas. Dijo que “quería que se le recordara bailando”. Y eso es lo que voy hacer en la primera ocasión. Descansa en paz, Bebo.

Lágrimas negras

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