Poderosas

Hilary Clinton no ha dudado ni un minuto en utilizar el argumento de ser la primera mujer en EEUU con posibilidades de ocupar el despacho oval. Y hace bien, es un hecho histórico y si finalmente resulta la elegida presidenta habrá entrado en la historia americana como la “first woman”. Con lo que les gusta a los americanos los récords… Merkel en Europa, Hilary en USA, el poder de las dos grandes potencias del mundo occidental en manos de mujeres. ¿Realmente tiene esto una significación especial? ¿Significa que el destino político, económico y social de USA será distinto al propuesto por el de su compañero de partido Obama, o el de su marido, Bill? ¿Acaso Hilary se enfrentará al Tratado de Libre Comercio, a la crisis yihadista, o a los problemas raciales de manera distinta y “femenina”?
No lo creo. En primer lugar porque la igualdad no consiste en construir versiones femeninas de las cosas. No se trata de que la mujer aporte una perspectiva femenina o de género distinta a la que podría utilizar un hombre. En este nivel de responsabilidades el poder no está sometido a los matices de género o estamos ante un poder “asexuado”. De la misma manera que no percibimos un sello femenino en la gestión política de Merkel, ni de Michelle Bachelet, tampoco creo que Hilary vaya a darle ese toque a su mandato, si llega a él. Tal vez cambie el mobiliario de la Casa Blanca, pero en cuanto a las políticas económicas o sociales, a las relaciones internacionales, a las decisiones militares tomará las medidas al margen de su condición de mujer. Al fin y al cabo hará lo que habría hecho un hombre. O mejor dicho como lo haría un/a jefe/a de Estado.
Por tanto lo trascendental de la candidatura de Hilary Clinton no es que el gobierno de EEUU esté en manos de una mujer, sino que ella haya podido presentarse en las mismas condiciones que su contrincante demócrata, Sanders, que le haya ganado la mano en su partido y que ahora se enfrente a su gran rival Donald Trump. ¿Es la sociedad americana más igualitaria y menos machista por tener una candidata? En absoluto. Tampoco lo será si llega a ser presidenta. Lo importante es que esto supone –parafraseando el lenguaje legal– sentar jurisprudencia. La presencia de mujeres en los puestos más altos de la política normaliza la participación femenina en todos los ámbitos de la vida, convierte lo excepcional en norma y eso es un paso de gigante en materia de igualdad entre mujeres y hombres. Nada más… Y nada menos.

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