Queremos mentiras nuevas

Esta historia de los separatistas-golpistas catalanes ha superado el hartazgo de los españoles y se ha convertido en una pesadilla que no acaba nunca. Desde las mentiras que les cuentan a los niños en los colegios hasta el España nos roba, el relato independentista está plagado de falsedades históricas que nadie parece dispuesto a corregir.
De hecho, que TV3 esté en manos de los radicales no garantiza una información veraz en un medio público que ven muchos catalanes y desde el cual se alimenta el odio por lo español. Si añadimos a esto que la cesión de las competencias en educación tampoco se ven tocadas por el 155 y que la policía autonómica está trufada de independentistas que no se recatan a la hora de mostrar sus afinidades con los secesionistas, la cosa no pinta bien para los constitucionalistas.
El Estado debe de actuar en estos campos o el germen del problema seguirá enquistado en las estructuras sociales y políticas a la espera de un nuevo brote golpista que, si no se corrigen estas cuestiones, volverá a pronunciarse en no mucho tiempo. Todo lo estamos porfiando al senny y, ojalá me equivoque, no sé si será suficiente porque han sido muchos años de sembrar rencores y odios impostados y cimentados en una más que retorcida interpretación de la historia y son varias generaciones de catalanes educados en esos sentimientos antiespañoles.
El separatismo puede volver a ganar y así lo ven las formaciones constitucionalistas que luchan para que ello no se produzca, pero en el fondo es un escenario que se plantean. Si esto sucede, no habremos avanzado, los secesionistas ya saben del poder de la Ley y de la fuerza del Estado, pero también saben que desde las instituciones pueden continuar adiestrando voluntades, por eso todos se presentan a estas elecciones que ellos denominan como ilegales, pero en las que se juegan mucho: desde los resortes del poder a las subvenciones que obtendrán como consecuencia de los escaños que consigan.
Ni la CUP renuncia a ello porque se cuentan por cientos los adeptos de esta formación antisistema que viven del erario público y, aunque asilvestrados, se han acomodado a sus buenos sueldos. En realidad, son antisistema para aquella parte del sistema que no les gusta, pero aceptan rápido esas partes que les benefician, fundamentalmente desde el punto de vista económico.
Y así, el resto de España estamos atentos y expectantes a lo que suceda el próximo 21D mientras pagamos la cara factura que esta aventura alocada nos cuesta a todos los españoles. La Bolsa, el empleo, el crecimiento, la fuga de empresas, las pérdidas de inversiones tienen un coste no calculado que dificulta, enormemente, la salida de la crisis que ya se atisbaba y que estos insolidarios delincuentes han puesto, en alguna medida, en riesgo.
Por todo ello, con pereza y desde el hartazgo mencionado, les pido a los separatistas que, en el futuro próximo, hagan un esfuerzo de imaginación y nos cuenten mentiras nuevas. De las viejas estamos cansados y ya no dan más de sí. Y a los constitucionalistas un esfuerzo de unidad y generosidad para devolver a Cataluña su valor real que vuelva a contribuir al progreso de España dejando de ser un problema.

Queremos mentiras nuevas

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