El tren a Caneliñas no admite más dilación

Dinamita si la hubiera o hubiese –pensará más de uno–, pues todo forma parte de la metralla electoral. Que los partidos utilizan ante todo tipo de comicios lo que más tienen a mano para adquirir compromisos que se pueden entender como refuerzo de su rechazo a la gestión de quien detenta el poder, es sobradamente sabido. Otra cosa es que la argumentación –si es que existe– corra pareja a las propuestas o goce, cuando menos, de la necesaria revisión. Ha sucedido esta semana.
Despejado, parece que ya de forma definitiva tras más de una década de intenso trabajo técnico y político, el proyecto del ferrocarril al puerto exterior de Caneliñas, la munición indiscriminada obvia, como es público, los daños colaterales; en este caso el del futuro de una ciudad y una comarca que aspira a recuperar un tono económico que ya nunca brilló en exceso, por lo que requiere, como se ha demostrado, una diversificación que asegure mínimos de pujanza. Plantear, como ha hecho la candidata socialista a la Alcaldía ferrolana, Beatriz Sestayo, una revisión en defensa del trazado norte de la vía se contrapone en principio a sus iniciativas para desarrollar alternativas económicas viables y, como ha comprometido, con una participación directa por parte del Concello.  Cierto que la decisión del Ministerio de Fomento de optar por el trazado sur generó protestas –las de 28 asociaciones o colectivos ciudadanos y políticos– pero también que la respuesta ciudadana a este intento de forzar otra alternativa ha sido mínima. Hasta aquí, todo correcto. Pero quien viva en esta ciudad, quien la sienta, no puede tampoco eludir una realidad que ha pesado como pocas en su desarrollo. Y es que, con frecuencia más que habitual –la década larga que ha supuesto, por ejemplo, la conclusión de la remodelada plaza de España–, han sido precisamente los cambios de criterio en función del color político los que con más ahínco han perjudicado nuestro propio desarrollo. No se trata de descalificar las razones que llevan a unos o a otros a alcanzar tales conclusiones –las del sí y el no, resumiendo– sino de sentarse a analizar hasta dónde nos han llevado lo uno o lo otro. La sensación general es que poco, en cualquier caso, se ha andado, pero lo objetivo es –o al menos debería serlo– asumir que los requerimientos medioambientales, de impacto mareal, paisajísticos, de explotación y de necesidad, todos ya superados, deben determinar la acción política y que esta no puede estar sujeta al mero rechazo. Ferrol no solo corre el riesgo de perder el tren, sino también una proyección del puerto exterior que no admite más dilaciones.

El tren a Caneliñas no admite más dilación

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