La hibernación era recesión

La economía española ha entrado en recesión. No nos habíamos repuesto aún de la pérdida durante el segundo trimestre del año de 1,1 millones de puestos de trabajo, cuando el jueves el INE confirmaba la caída histórica del Producto Interior Bruto en un 18,5 por ciento.
España se convertía así en el país de la Unión Europea con mayor tasa de paro y con la más profunda bajada del PIB. De hecho, se han volatilizado 18 años y hemos vuelto a 2002.

La tardía y pésima gestión de la crisis sanitaria obligó al Gobierno central a adoptar el confinamiento más duro y, con ello, la mayor paralización de la economía. Hibernación, lo llamaron entonces. Y estos son los resultados: la mayor tasa de mortalidad por 100.000 habitantes y la mayor pérdida de riqueza y de puestos de trabajo.

¿Y, ahora qué? España está a punto, si no lo ha logrado ya, de estar a la cabeza de los brotes con más de quinientos activos y más de 1.000 contagiados diarios. La consecuencia es evidente, no llegan turistas al país, cierran negocios y la expectativa de que este tercer trimestre las cosas mejoraran espectacularmente se va disipando.

El Gobierno vuelve a no dar la talla. Sigue estancado en el aplauso fácil o montando reuniones, en este caso presenciales, sin mayor contenido. Ocurrió este viernes en el Monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla. Decenas de personas desplazadas, hasta el Rey, para que Sánchez les dijera a los presidentes de las Comunidades Autónomas que el Fondo de Reconstrucción europeo lo va a repartir él mismo, con criterios que decida él mismo.

El dinero europeo es una oportunidad para España. Sin embargo, permítanme dudar de que la forma elegida por Moncloa sea la que saque mayor y mejor rendimiento.

No se trata de, como dijo el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page,: “tengo decenas de planes”, sino de modernizar la economía española y dejar de ser alguna vez el colista de Europa.

La hibernación era recesión

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