Cien días atípicos

En lo que podría denominarse el manual del buen comportamiento de un sistema democrático, existe una norma consistente en dar cien días de gracia al nuevo gobierno que toma posesión después de haber ganado unas elecciones o, como es el caso que nos ocupa, llega al poder tras sacar adelante una moción de censura.
El Gobierno de Sánchez cumplió el pasado domingo ese periodo de gracia que ha estado lleno de decisiones polémicas, de sobresaltos y de rectificaciones. Empezó su andadura este ejecutivo con la dimisión exprés, a los seis días de tomar posesión de su cargo, el que fuera nombrado Ministro de Cultura y Deporte, Maxim Huerta, por un presunto delito de fraude a Hacienda cometido hace unos años, y ha finalizado este periodo con la marcha atrás por parte del Ministerio de Defensa de su decisión de no vender 400 bombas de precisión a Arabia Saudí ante la amenaza por parte de este país de suspender el contrato firmado para la construcción de cinco corbetas en los astilleros de Navantia en la bahía de Cádiz.
El alumbramiento de este Gobierno ya fue en sí bastante atípico al recibir el apoyo, para que la moción de censura prosperase, de grupos tan dispares como Podemos, PNV, Bildu o los partidos independentistas catalanes, PdeCat y Esquerra Republicana. Con solo 84 diputados de un total de 350, Sánchez se ve obligado a hacer algo más que equilibrios en el alambre para lograr apoyos para sacar adelante sus iniciativas. La prueba de fuego la tendrá dentro de unas semanas con la aprobación o no de los presupuestos para el año que viene. De momento, tras su reunión de la pasada semana con Pablo Iglesias, parece que solo cuenta con un principio de acuerdo con Podemos, pero eso sería insuficiente y si no lograr sacar adelante las cuentas del Estado, lo más lógico sería que convocara elecciones generales para la primavera del próximo año.
Pero la verdadera piedra de toque para el presidente es y va a seguir siendo la cuestión referida al pulso secesionista planteado por los independentistas catalanes. Estos no aflojan en sus pretensiones que se resumen en la instauración de la República Independiente de Cataluña. Una auténtica “patata caliente” para Sánchez, porque es consciente que no puede ceder a esas pretensiones y si lo hace, la factura que en términos electorales se le cobrará a él y al PSOE en el resto de España será enorme.  

 

Cien días atípicos

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