Elecciones trascendentales

Sin ánimo de exagerar, pienso que las elecciones generales pueden ser las más importantes y trascendentales de las celebradas en nuestro país en los últimos tiempos, dejando aparte, si se quiere, las primeras elecciones democráticas (junio de 1977) tras la disolución de las Cortes franquistas. La grave crisis institucional que vive España por el proceso secesionista de Cataluña impulsado desde hace siete años por los partidos independentistas convierte estas elecciones en una especie de plebiscito sobre cómo los españoles desean que se resuelva este problema: o mediante la aplicación del Estado de Derecho, es decir, de la ley, o mediante la cesión a las pretensiones independentistas que es la vía que, bajo el manto de esa palabra “mágica” que es “diálogo”, había emprendido el Gobierno de Sánchez, ofreciendo una mesa de partidos y la figura de un relator-mediador, que es lo que colmó la paciencia de muchos españoles.
Cataluña, su futuro, va a ser, por tanto, el eje de una campaña electoral larga, porque, aunque oficialmente esta de comienzo el 12 de abril, todos los partidos y sus líderes están ya en modo electoral pidiendo el voto. De ahí que sea importante que todos, absolutamente todos los partidos, digan con claridad en esta campaña cuál es su receta para intentar encauzar el grave problema institucional creado por los partidos independentistas catalanes. Más allá de eso, que ya es muy relevante, lo que está en juego en estas próximas elecciones generales es la continuidad de un gobierno, el de Sánchez, que no tendría otra opción que volver a pactar con los populistas de Podemos, los independentistas catalanes y los nacionalistas vascos del PNV, o por el contrario, un gobierno de centro-derecha en el que el liderazgo lo decidirán las urnas, pero que al hilo de las encuestas, tendría que estar integrado por los tres partidos –PP, Ciudadanos y Vox–, que se ubican en ese espacio ideológico.
Una tercera alternativa a las dos anteriores: un gobierno PSOE-Ciudadanos parece muy poco probable a tenor de lo dicho estos días por Rivera: su objetivo es sacar a Sánchez de la Moncloa y en ningún caso pactará con un PSOE cuyo líder sea el actual. Como no parece probable que el resultado que tengan los socialistas sea peor que el de junio de 2016 (84 escaños), se hace difícil pensar que su actual secretario general deje de serlo. Lo dicho, unas elecciones trascendentales donde está en juego, sobre cualquier otra cosa, el futuro de España, su integridad territorial y el actual régimen constitucional. Nada más y nada menos. 

 

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