Puigdemont, hasta en la sopa

desde hace ya varios meses, no hay día que por un motivo u otro los medios de comunicación no hablen del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, huido en Bélgica –en las últimas horas en Dinamarca– desde que el Parlamento de Cataluña aprobó la declaración por la que se constituía en República Independiente y el Gobierno no tuvo otro remedio que aplicar el artículo 155 de la Constitución.
Esta presencia continua de Puigdemont en la opinión pública a través de los medios de comunicación no deja de ser una habilidad que habrá que reconocer al expresidente huido de la justicia, lo que no significa que sea algo bueno, ni para él, ni mucho menos para el pueblo al que dice representar, es decir, para Cataluña.
Que el debate político en Cataluña sea en estos momentos si Puigdemont podrá ser elegido presidente sin estar físicamente presente en la Cámara el día del pleno de investidura, da idea de hasta qué niveles de surrealismo ha llegado la política catalana por mor de las ensoñaciones de los independentistas. En manos de Esquerra estaría el poner fin a esta farsa y decirle a Puigdemont y a los de Juntos per Cataluña que ya está bien de jugar con las instituciones y con el pueblo, pero el partido de Junqueras está más bien por la táctica de dejar que el expresidente se vaya cociendo en su propia salsa. Una táctica que de momento no le ha dado resultado a ERC, hasta el punto que Puigdemont tuvo más votos y escaños que ellos en las elecciones del 21-D. Hace unos años hubiese sido impensable predecir que toda una clase política de la que se hacían elogios por su “seny” pudiera llegar tan lejos en su estulticia. El proceso independentista ha sido una carrera hacia el abismo cuyos únicos frutos han sido la marcha de Cataluña de más de 3.000 empresas, el encarcelamiento de varios responsables políticos de la Generalitat y la huida a Bélgica de otros tantos. Y todo esto, con un proceso judicial aún pendiente del que podrán derivarse elevadas penas de cárcel.
En este sentido, las elecciones del 21-D no han servido para reorientar el rumbo de la política catalana. Y como esta, por culpa de los independentistas, no tiene pinta de querer encauzarse por la vía de la legalidad, habrá que apelar a que cumplir y hacer cumplir la ley deberá seguir siendo la máxima que guíe los pasos que tengan que dar las instituciones del Estado, empezando por impedir que un huido de la Justicia pueda ser investido presidente por vía telemática.

Puigdemont, hasta en la sopa

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