26-J: ¿TODO IGUAL?

Se acabó el plazo, se agotaron (?) posibilidades, se cruzaron papeles, reproches y se colaron desconfianzas. Los vetos han sido protagonistas y al final de los finales nos encontramos con una nueva convocatoria electoral. Se produce así un nuevo emplazamiento a los ciudadanos que si no se equivocaron en diciembre, tampoco se van a equivocar en junio. El problema surge a la hora de interpretar esos resultados porque todos se han erigido en portavoces de “la ciudadanía” haciendo ver que sus propuestas eran las deseadas por la mayoría, sin establecer matiz alguno. Un poco de prudencia a la hora de interpretar los resultados no estaría de más.
Pero lo hecho, hecho está. Llorar por la leche derramada no conduce a nada y que nuestros políticos se fustiguen con la idea del fracaso, a mucho menos. No obstante, estos cuatro meses no han sido baldíos. Han servido para que entre ellos se tomen la medida y los ciudadanos, los votantes, conozcan la forma de conducirse de unos y otros. Salvo Rajoy, que ha sido Rajoy en estado puro, de todos los demás hemos conocido aspectos hasta ahora ignotos. El 26 de junio las urnas se abrirán y los ciudadanos se acercarán a votar con datos que no conocían, con percepciones hasta ahora desconocidas y con juicios sobre nuestros responsables políticos que quizás no sean los mismos que en diciembre.
Las encuestas indican que apenas van a cambiar las cosas. En las próximas semanas iremos conociendo más sondeos y todo quedará sujeto a lo que digan las urnas. Soy de las que creen que estos cuatro meses, cara a los votantes, no han sido inocuos. En todo caso, bastan cambios muy pequeños para que la noche del 26-J pueda resultar muy diferente a la del 20-D. Tres o cuatro escaños arriba o abajo van a tener consecuencias, tanto a la hora de establecer pactos, como en la vida interna de los partidos. Basta con que Rajoy suba dos o tres escaños o los pierda para que la lectura de esos resultados lleven a reflexiones distintas a las que hizo el PP en diciembre. Ni qué decir que si esto le ocurre a Pedro Sánchez el panorama cambia para el hoy seguro candidato socialista. Le basta con perder tres escaños para que muchos de su casa aprovechen la ocasión para cobrarse una factura que tienen pendiente. Si lo gana es que habrá aguantado el tirón y se interpretará como premio a sus esfuerzos por formar gobierno. Lo mismo cabe decir de Albert Rivera o de Pablo Iglesias que un poco han envejecido en estos cuatro meses.
No es momento de lamentos y sí de que los políticos saquen conclusiones de lo ocurrido, porque después del 26-J no cabe pensar en una nueva prórroga. Tienen que acordar y formar gobierno. Ya no habrá excusas. Se conocen lo suficiente como para saber con quién trata cada cual, saben de sobra cuáles han sido sus errores y en junio los ciudadanos les darán pistas para valorar cuál ha sido el comportamiento de unos y otros.
Nos adentramos en un tiempo que puede resultar tedioso para los ciudadanos y para los propios políticos, pero es lo que hay. Es a donde nos han llevado y la obligación ciudadana, pese al cansancio, la frustración cuando no la indiferencia es no dar la espalda a la situación, sino acudir a las urnas sabiendo que la democracia tiene estas cosas. No es España el único país del incapaz, en un momento, de formar gobierno. Lo bueno es que existen las urnas y que los ciudadanos tienen en su mano el veredicto final. Insisto son muchos los que dicen que nada va a cambiar. Humildemente pienso que pueden cambiar muchas cosas.

26-J: ¿TODO IGUAL?

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