LAS FOTOS DE LA TRAGEDIA

Un viejo dicho británico dice: “Good news is no news”. Aparte de usarlo en clase de inglés para explicar que el verbo va en singular aunque el sustantivo esté en plural, sirve para recordar que las malas noticias son las que cuentan. Por desgracia, tenemos muchas de esas últimamente. Y, como vivimos en una sociedad en la que la imagen lo es todo, van con vídeos o con fotos. La semana pasada, nos golpeó como un mazazo la foto de un niño muerto en una playa. 
Hoy, no queda nadie que no haya visto esa imagen y que no recuerde su nombre. No era el primero de los refugiados que intentaban alcanzar Europa y que moría en el camino, ni siquiera el primer niño. Él no llegó, pero su foto sí. El pasado sábado, la desgracia nos tocaba más cerca, en Carral, con siete muertos en el Rally de A Coruña. Otra vez, imágenes duras y complicadas de gestionar. 
Los periodistas tenemos que enfrentarnos a diario a la decisión de qué foto utilizamos para ilustrar la noticia. A veces acertamos y a veces no tanto, aunque deberíamos pedir más la opinión del autor. Para mí, siendo ambas terribles, las fotos de estas dos desgracias son muy diferentes. En el primer caso, el de Aylan, denuncian una situación y su publicación puede influir en la opinión pública para que tome conciencia y exija a sus gobernantes una solución. En el segundo, al tratarse de un accidente, al igual que sucedió en Angrois, acercarnos demasiado no aporta mucho al espectador. Y no porque se trate de unos niños más blanquitos o porque se pueda reconocer a un vecino entre las víctimas, sino porque, aunque la desgracia de Carral sirva para mejorar la seguridad y tratar de que no vuelva a repetirse, solo añadiría morbo. 
El límite suele estar en la pregunta ¿Qué haría yo si el protagonista de la foto fuese de mi familia? Si yo fuera pariente de Aylan, querría que su muerte no hubiera sido en vano y que no hubiese más imágenes como esa. El periodismo es duro –siempre he creído que si algún programa merece los dos rombos debería ser el telediario– pero la diferencia entre informar y ser morboso suele estar clara para quien quiera verla. Los plumillas, orgullosos de cómo han quedado nuestros textos, deberíamos recordar que solo unos pocos se paran a leernos pero que hay algo que todos recuerdan: las fotos.  

LAS FOTOS DE LA TRAGEDIA

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