Y al séptimo día descansó

No nos da tiempo a aburrirnos. Eso está claro. Entre la moción de censura, el nombramiento de ministros y el primer cese apenas han pasado 15 días. Dos semanas sin un mísero puente para descansar y leer con calma todos los ríos de tinta –aunque sea digital– que han corrido. La vida moderna va a un ritmo tal que apenas nos ha dado tiempo a aprendernos el organigrama y los nombres del nuevo Gobierno cuando ya hay cambios. 
El controvertido Maxim Huerta, criticado por muchos por haber compartido sillón y pantalla durante diez años con Ana Rosa y por otros, algunos menos, por –en su criterio– no dar el nivel suficiente para ser ministro de Cultura, deja el equipo titular. Como decía algún comentario en Twitter, siento no recordar el autor, para no gustarle el deporte, ha batido un récord: es el ministro más breve de la democracia y va a ser difícil que alguien supere esta marca aunque, tal y como se desarrollan los acontecimientos últimamente, no se puede asegurar nada. Ni tiempo le dio a los miembros de su gabinete a cambiar el nombre del anterior ministro, que aún salía en el atril en el que el periodista iba a anunciar su dimisión, un detalle del que alguien se dio cuenta y cambió en el último minuto. Tomó posesión un día y al séptimo descansó.
Cuando Sánchez creía que había logrado sortear la primera crisis, ahora se ha puesto el foco sobre otro ministro, el que lleva la cartera de Agricultura, Luis Planas. Apenas nos ha dado tiempo a apuntar el nombre en esa chuleta salvadora que tenemos los periodistas siempre a mano cuando hay cambios de Gobierno –o que teníamos antes de que existira el oráculo de Google–, cuando ya le ha salido un escándalo. Si a Maxim le tocó “Hacienda”, a Planas le ha caído “robo de agua”, por un asunto con Doñana cuando era consejero, también de Agricultura, en la Junta de Andalucía. Al final, parece que no le van a imputar pero a PP y Podemos les ha faltado tiempo para pedir su dimisión o, en su caso, la de Pedro Sánchez. A este paso, la lista de ministros va a tener que ser como las convocatorias de fútbol, con titulares y varios suplentes calentando por si tienen que salir. 
Los creadores de “memes” –esos montajes que vuelan por las redes sociales y acaban pasando luego de wasap en wasap como la pólvora– no dan abasto fabricando chistes. Seguramente, lo de Maxim fue, en realidad, una cortina de humo para tapar lo de Lopetegui, que fue una cortina de humo para tapar lo de Urdangarin, que fue, en realidad, una cortina de humo para tapar la sucesión de Rajoy. Y así, hasta el infinito y más allá, que diría Buzz Lightyear. 
Lo más probable es que todo sea un montaje para evitar hablar del escándalo de Pig Demont, que así se llama una empresa de alimentación malagueña cuyo logo está protagonizado por un cerdito con flequillo y gafas, con un peligroso parecido con el político catalán que, muy ofendido y como si no tuviera suficientes líos, le ha denunciado porque, en su opinión, la comparación es toda una guarrada.

 

 

Y al séptimo día descansó

Te puede interesar