Menuda gentuza

amigos: “La riqueza es un poder usurpado por la minoría para obligar a la mayoría a trabajar en su provecho” (Percy Bysshe Sehlley). “El dinero es una nueva forma de esclavitud, que solo se distingue de la antigua por el hecho de ser impersonal, de que no existe relación humana entre amo y esclavo” (León Tolstoi). “Los hombres ricos que pasan el día ocupados en sus negocios y por la noche roncan como vacas, no contribuyen mucho, ciertamente al bien común” (Li Yutang). 
Ante todo, mi solidaridad con el juez Llarena, que como hoy,  los pájaros se tiran a las escopetas. Ahora con esta Europa en la que no cree nadie, por razones obvias, este buen juez español debe ir a declarar a Bélgica, a la parte francófona.  Sr. Juez Llarena aunque sea solo y no lo respalde el gobierno español, vaya allí, diga la verdad que solo tiene un único camino, demuestre que España reclama a ese cobarde y demuéstrele a esos que la razón esta de su lado, de lo contrario, la justicia española será el hazmerreír de los ciudadanos de este país y de los otros. Ahora ya no es una simple captura de un indeseable, ahora está en juego la honorabilidad de un país, y de su adjudicatura, utilice los medios que desee, todos, y traiga a ese cobarde, que se pudra en la cárcel, he dicho y firmo.
Por supuesto no solo me refiero a ellos cuando digo lo de los pájaros se tiran a las escopetas. Yo me refiero a otro tipo de pájaros, que no tienen pasado, y menos futuro, su vida o lo que les queda de ella, será errante, displicente, y con una culpa, que llevarán dentro hasta que sus huesos se pudran. Corrompidos por el olor del dinero han dejado y vaciado su honra y su honestidad en una apestosa alcantarilla, me importa tres huevos de gallina lo que ahora hagan o digan, los judas es la peor calaña de ser humano. 
Entiendo a un delincuente, que comete un error en su vida, lo entiendo cualquier ser humano, cualquiera, puede cometerlo, diría mas, sería visto de manera piadosa, por su desgracia, partiendo de la base de su arrepentimiento espontáneo. Lo que no cabe en mi corazón es la recalcitrante y machacona insistencia delincuencial, de ese carroñero que se divierte con el delito, se regodea con el destrozo ajeno y por ende, saca pecho, para comer cerillas y masticar ladrillos de doble hueco y ¿por qué sucede eso? Porque los muertos no hablan ni protestan, ni usan armas, sino otro gallo cantaría. Yo me hago cargo de su decisión, cada uno de vosotros, que le llame como quiera. No perdono, ni tengo el más mínimo de piedad para quien no sabe ni nunca sabrá lo que es eso, que diez o veinte hijos de su gran progenitora, hallan exterminado toda una o casi dos generaciones de jóvenes, la mayoría, muertos en el combate y los que no, desahuciados para el resto de sus vidas, porque un mal día cometieron un error y probaron la sustancia que fue el punto y final de sus vidas. No hay derecho. 
Vi fallecer ante mis ojos y no se podía hacer nada más por ellos, a más de uno, de dos y de tres, fueron algunos mas, y ¿creéis que esto se olvida? ¿Creéis que esto se perdona?, lo siento amigos, mi misión ahora es despertar la conciencia humana de los afligidos, de los esclavos y ofrecerles su libertad merecida, cosa que no tuvieron los de una generación y media, de jóvenes, que por el ansia de riqueza y cruel egoísmo de unos, el pasotismo y cobardía de otros y la total ineficacia de los mandatarios de turno de esa época, al cabo de veinte o treinta años, unos están en libertad ficticia, porque su alma permanece y permanecerá engrilletada y esclavizada por los siglos de los siglos, en esta vida y en la otra. Y sé de lo que hablo. ¿Sabéis lo que me dijo uno de estos jóvenes, almas nobles y puras, un par de minutos antes de fallecer, entre balbuceos? Dejadme ir, soy feliz, ya no tengo dolor, ni remordimientos, ni nada, pero dejadme, estoy de maravilla. Ya no se le volvió a oír nada más. 
Ahora me entendéis porque yo no tengo piedad ni capacidad de perdón para con los que son crueles y egoístas delincuentes. De esto tenía que hablarse, en ciertos libros que salen por ahí, y que aprovechando el tirón de una novela, que no dice nada y esconde la realidad que muchos sabemos. O, bueno, no tantos, y nos callamos. Digo la verdad, ¿o no? 
Sr juez Llarena, estamos con tigo, hasta el final. Un saludo amigos,  Saúde e Terra.

Menuda gentuza

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