El silencio de los corderos

migos: “Lo que no es bueno para el enjambre, no es bueno para la abeja” (Marco Aurelio). “La religión está en el corazón, no en las rodillas” (William Douglas). “Las guerras seguirán  mientras el color de la piel sea más importante que el de los ojos” (Bob Marley). 
Esto ya no una pandemia en la que ya fallecieron oficialmente veintisiete mil personas. La realidad al final no la va a saber nadie,  el 65 por ciento en residencias de ancianos, o mayores en hospitales,  una matanza cruel y genocida, de la cual no me atrevo a seguir comentando, sin datos reales. Pero por lo que sé, puede haber denuncias de tipo penal por abandono y negligencia,en las diferentes residencias de las comunidades autónomas, por sus respectivos seguimientos sanitarios. Eso, y lo digo así, fue una matanza por incompetencia ,ineptitud y abandono. Total solo eran mayores. Esos mayores que se dejaron morir en contra de su voluntad son los mismos que desde la posguerra civil, levantaron este país desde sus cenizas y poniéndolo entre los doce mejores a nivel global, por su crecimiento, y calidad de vida en todos los ordenes,  dejándolos irse solos, y abandonados a su mala suerte, sin una despedida de reconocimiento, cariño y afecto de su familia. Es triste,  y denigrante, cuando una sociedad abandona a sus mayores, cuando más lo necesitan, no vale la pena luchar en y por ella. Da asco y lo que es peor da vergüenza. Cuando ellos lo dieron todo por nosotros siempre, desde el primero al último. Amigos, ya sabéis lo que nos espera, en el futuro. Ahora, luchar y trabajar a destajo por una sociedad corrupta a la que tan solo le interesa la subida del IBEX 35, fondos buitre, paraísos fiscales, rendimientos del capital y similares,  pero que deja tirados a sus mayores, un capital humano en verdad necesario en toda sociedad que se precie de derecho, porque son los que educaron a los actuales. Les pagaron sus estudios en muchas ocasiones, haciendo verdaderos milagros para dar lo mejor para sus hijos,  absteniéndose ellos de una vida mas cómoda. Y sin embargo eran felices, ofreciendo a este país lo mejor de ellos mismos por medio de sus hijos. Son unos héroes, lo hicieron demasiado bien, dándoles una vida regalada, a costa de su sudor y lágrimas, del día a día para sacarlos adelante,  durante años en blanco y negro con niebla.
 Un servidor, aunque no llego a esas edades, aún recuerdo  la vida de mi niñez feliz, pero con demasiadas necesidades, que como niño que era, merendar un plátano era artículo de lujo para una mayoría de amigos, o Nestlé, eso, amigos, era la tentación de cualquiera, no existían los yogures, ni natillas de cualquier tipo. Es más, en la mayoría de hogares no existían las neveras, ni lavadoras, no había supermercados, eran tiendas de barrio, en donde se compraba a lo fiado hasta que a primeros de mes se pagaba todo lo del mes. Un servidor y muchos lectores que leen esto, lo saben bien, la TV, la tenia uno de cada veinte hogares, y con dos canales en blanco y negro. Fui a la mili de Franco,  me metí en política, la de los sesenta y setenta, en el Partido Galeguista, (PGa) aún conservo folletos de esos años, de dos colores, pero la enseñanza de la ideología por galleguistas ilustres, marcó para siempre mis ideas políticas, gente que había estado en la cárcel por sus ideas. 
Recuerdo a uno de ellos, villagarciano de pro, Dámaso Carrasco, aún estarán sus hijos por ahí, Mº Jose, y Julio, muy apreciados siempre por mí.  No había eso de Internet, ni móviles, ni el progreso actual, los coches prácticamente no se veían, no porque fueran veloces, no, sino porque no había. Si en Villagarcía ya existía el tren, eran vagones de madera, con asientos como los de los parques también de madera, y con tablas, y en ocasiones íbamos acompañados no por nuestras mascotas, sino por gallinas, pavos o conejos, e incluso ovejas,  que se llevaban a los mercados para vender. Ahora imaginadlo,  los jóvenes de ahora, todo esto junto, y respetando a estos mayores de ahora, que podrían ser nuestros padres o abuelos, que nos educaron, no se rindieron nunca y levantaron un país, en ruinas, sí en una puñetera ruina, trabajaron minuto a minuto sin descanso, por nosotros, y nosotros, ¿cómo le pagamos? Como país por supuesto, no de manera personal.
Un país que abandona a su suerte a seres indefensos por su edad, no es  digno de llamarse país. Yo lo llamaría jauría de hienas. Y mientras los políticos a lo suyo, a insultarse, a perder el tiempo y tirase entre ellos toda serie de bendiciones injuriosas. En vez de arrimar el hombro, y todos a una  sin distinción de banderas o colores, para tratar de paliar una pandemia que aún le queda mucho por desaparecer y que dejó a nuestros padres o abuelos al borde del abismo y les dio una patada. Siento que este escrito, haga daño a muchos familiares de los fallecidos, pero digo verdad. 
Un cruel y triste genocidio a nuestros mayores, descansen en paz.  Se fueron en silencio como los corderos. Seguiremos. Un  saludo, amigos. Saúde e Terra.

El silencio de los corderos

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