Un alcalde que no encaja la crítica

este jueves pasado hubo un pleno en Vilagarcía. Todo fue sobre ruedas, con buen talante y con varios asuntos aprobados por unanimidad, incluida nuestra propuesta de mejorar la seguridad vial en la calle de “Os Anxos” de Carril, por cierto, el único estrictamente local, como viene siendo habitual. Pero en el último punto del debate, pedí al alcalde que cumpla su promesa (que además es su responsabilidad) de poner a disposición de la Consellería de Sanidade terrenos aptos y de propiedad municipal para la construcción del nuevo Ambulatorio en Vilagarcía y le recordé que si no hay un nuevo Centro de Salud en nuestra ciudad es porque él no ha cumplido su parte, como hicieron el resto de los Concellos de Galicia. Cuestión cierta, pública y notoria.
Y ahí se abrió la caja de los truenos. Al gobierno local en general y al alcalde en particular no se le pueden decir verdades incómodas porque se revuelve en su asiento y empieza a ejercer de jefe supremo olvidándose de los modales y las formas que se le suponen a un buen líder. Sinceramente me estoy empezando a cansar de esas actitudes autoritarias de retirar la palabra a la oposición cuando no le interesa lo que vamos a decir o de frases del estilo  “yo soy el alcalde” o “usted se calla” que tenemos que escuchar pleno tras pleno.
Da igual cuál sea el pleno o cuál sea la interacción, que el alcalde se caracteriza por sus airadas salidas de tono cuando la música que escucha no la pone él. Si le enseño un titular de prensa donde prometía un ambulatorio para Vilagarcía, el alcalde se revuelve. Si el PP u otro grupo de la oposición le saca los colores a su gobierno porque encadena fracasos e improvisaciones, él tira de faltas de respeto y absorbe todas las competencias que se le dan a un alcalde para hablar más que nadie e impedir que los demás nos expliquemos. Y si alguien no le firma cheques en blanco para su gestión o le dice alto y claro que su modelo de ciudad es propaganda y humo, se enrabieta hasta rozar la falta de respeto y el desprecio más recalcitrante
La imagen de Alberto Varela se está desmoronando a base de salidas de tono, de no cumplir con la palabra dada y de sacar su peor cara cuando la ciudadanía y la realidad le dejan en evidencia. Aquella imagen que construyeron, de manera artificial y a contrarreloj en 2015, se difumina a pasos agigantados y poco queda ya del candidato que decía que vendría a resolver todos los problemas de esta ciudad a base de diálogo y puertas abiertas.
Como siempre digo, afortunadamente, cada domingo queda una semana menos para el cambio. Se me va a hacer largo tener que aguantar las malas formas y las rabietas de este alcalde en cada pleno, pero lo superaré y evidentemente no me voy a callar. Seguiremos llevando a los debates los asuntos locales que nos traslada la ciudadanía aun a riesgo de ver malos gestos o de que se me retire la palabra. Y seguiremos exigiéndole al gobierno local que cumpla sus promesas y sus obligaciones, aunque moleste.  La oposición puede ser incómoda, pero no nos olvidemos que forma parte de la democracia.

Un alcalde que no encaja la crítica

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