Recta final de la recta final

El 2018 empieza a apagar las luces y a bajar el telón. Hay que reconocer que ha sido un año intenso, de cambios profundos. Unos para bien, otros para mal, pero en continuo movimiento, que al fin y al cabo es de lo que se trata. Faltan unos días para arrancar la última hoja del calendario y cambiar el almanaque por el del 19. Mirando hacia atrás, da miedo lo rápido que pasa el tiempo.
Quedan por delante un puñado de meses para que nos veamos pegando carteles, confrontando programas y proponiendo soluciones a los problemas de la ciudadanía. Ésta es la ocupación más bonita del mundo. Muchas veces amarga, pero créanme que las satisfacciones que reporta, en el día a día y en las pequeñas cosas, compensan los reveses que puedas recibir.
Siempre que se hacen planes de este tipo hay que ver con qué cartas juegas y qué mano han recibido los contrincantes. En el PP de Vilagarcía hemos hecho un trabajo serio, silencioso e ilusionante. Nos hemos replanteado muchas cosas. Hemos entendido que ante los mismos problemas se podría reaccionar de distinta manera y hemos sabido salir a flote. En la superficie, a donde sólo llegas gracias al trabajo y a la conciencia tranquila, no están todos los que nos disputarán el gobierno. Unos porque no han trabajado lo suficiente o lo han hecho mal y otros porque no tienen la conciencia en orden. (Y otros, ni lo uno ni lo otro).
El caso es que cuando te enfrentas a un reto tienes que rodearte del mejor equipo posible. Muchos vaticinaban una desbandada, una caída libre, una auténtica hecatombe. Y sin embargo, ahora somos más, más fuertes, más ilusionados y más experimentados que nunca. Mientras en este partido ha habido una renovación de los pies a la cabeza, aquí y en Madrid, y se ha sabido llegar al equilibrio, en otras formaciones siguen inmersos en luchas fratricidas y sin tener muy claro cuáles son sus siglas en medio de esa gran sopa de letras. Nosotros no.
En otras formaciones hay más cuerdas que en una orquesta sinfónica. En la nuestra no. Hay otros casos en los que tras ser la muleta y el socio útil del gobierno, ahora pretenden desmarcarse, pero han empezado con mal pie y en lugar de resucitar puede ser la defunción definitiva. A nosotros no nos va a pasar. Nosotros hemos entendido el mensaje para esta legislatura: nuestro encargo era hacer oposición y eso hacemos.
Lo dicho. Allá por mayo del 19, cuando toque decidir qué hacer con nuestra pequeña aportación al sistema democrático yo lo tendré claro no, cristalino: Confiar en quien hizo magia para salvar de la ruina a esta ciudad en su momento y darle la oportunidad de conocer el nuevo proyecto en este nuevo escenario. Que a esta ciudad le hace falta un cambio de rumbo urgentemente parece ser lo único en lo que casi toda Vilagarcía coincide sin rechistar. Creo firmemente que al final la decisión es salomónica: O cuatro años más de hormigón oxidado y proyectos fracasados (para que siga subiendo el número de damnificados y cabreados hasta que sea del 100 %) o nos concedemos todos un respiro, vuelve la normalidad, se recupera el tiempo perdido y se apuesta por un modelo de ciudad de verdad, como en el resto de ciudades, porque aquí, por desgracia corremos como los cangrejos.
Será porque estamos en estas fechas de nuevos propósitos y esperanzas pero yo siento que ya estamos llegando al final del túnel y se empieza a ver una luz (y nunca mejor dicho, una o ninguna, según el  barrio/parroquia)  Parece que ya huele a cambio. Que hay equipo, que habrá novedades, que hay ilusión y que hay una Vilagarcía mejor que es posible. Ya queda menos. ¡Felices fiestas a todas y a todos de corazón!

Recta final de la recta final

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