Debate y contienda

Gran parte del descrédito actual de la política y de los políticos se debe a que han abandonado el debate de las ideas y la defensa de sus principios doctrinales y programáticos para dedicarse a discutir cuál es el procedimiento más eficaz para alcanzar el poder y ganar el apoyo del electorado.
Hoy los políticos se inclinan más por la contienda y el enfrentamiento que por la discusión y el debate. Esa actitud explica el bajo tono y la escasa calidad intelectual de los debates políticos, debido a que los partidos se preocupan casi exclusivamente de combatir y descalificar a sus contrarios y a echarse en cara los vicios y defectos que, recíprocamente, se denuncian y atribuyen. Optan por la contienda y el enfrentamiento sectario y partidista y no por el debate sereno y el contraste de ideas y propuestas.
Los políticos deben asegurarse primero de la excelencia y bondad de sus programas y soluciones y después, elegir el procedimiento a seguir para que sus mensajes alcancen al mayor número de ciudadanos.
Sólo después de ese proceso introspectivo o de autocrítica, puede plantearse el tono suave o agresivo, moderado o radical que debe emplearse para que el mensaje político sea mejor recibido y aceptado por la población.
Precisamente, en relación con el punto anterior surgió la discrepancia entre los dos “líderes” de Podemos, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, ante la pérdida de más de un millón de votos en las últimas elecciones generales del pasado mes de Junio.
Es evidente que antes de pensar en cómo recuperar los votos perdidos, los partidos deben plantearse, con carácter previo, conocer y reconocer porqué se perdieron.
Sólo resuelto este dilema puede abordarse la estrategia más adecuada para el éxito en los comicios; es decir, si en la contienda política debe prevalecer la práctica de “paños calientes” y “guante de seda” que defiende Errejón o, por el contrario, la “mano dura” o que “el miedo cambie de bando” a que se refiere Pablo Iglesias.
Como se puede observar, ambas posturas estratégicas se limitan a discrepar sobre el lenguaje que debe emplearse para que el mensaje goce del favor popular; pero no debe olvidarse la necesaria viabilidad y coherencia del propio mensaje, pues tan importante como el tono y cauce de difusión del mismo, es que las ideas y soluciones que se propongan gocen de la mayoría social a la que se dirigen.
Pese a la afirmación de Carl Schmitt de que la especificidad de lo político consiste en la distinción amigo-enemigo, es evidente que, en la práctica, cuando esa dialéctica se produce, la política como medio de conseguir por vía pacífica la solución de los conflictos, fracasa estrepitosamente.
En definitiva, cuando la contienda prevalece sobre el debate y al adversario político se le considera enemigo, el riesgo del cainismo o fratricidio político se extiende, peligrosamente, sobre la sociedad y amenaza gravemente la convivencia.

Debate y contienda

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