HACERSE OÍR

Lo que no se comunica es como si no existiera. La comunicación entre los seres humanos es la base de la sociedad. Es, asimismo, un atributo de las personas. Puede decirse que quien vive incomunicado, no convive.  Dicho lo anterior, la comunicación es esencial al mensaje político. Esa comunicación, para ser eficaz debe reunir cuatro requisitos: saber lo que se quiere comunicar, saber a quién se dirige; saber cómo debe hacerse y, finalmente, conseguir la mayor difusión posible. Esos cuatro requisitos constituyen los elementos necesarios que debe reunir cualquier mensaje para lograr su máxima efectividad.
Las ideas políticas son mercancía que, por su propia naturaleza, está destinada a ser anunciada y comunicada a la opinión pública. De lo contrario, no se conseguirá proselitismo alguno ni será posible obtener respaldo electoral.
La vieja idea de que “el buen paño, en el arca se vende” ha sido arrumbada por los vientos de la globalización, la era de las comunicaciones y el auge de las redes sociales e información digital.
La eficacia del mensaje está en razón directa de su mayor difusión, antes incluso que de la calidad de su contenido.
La importancia de la imagen y de los medios de comunicación digitales y audiovisuales, han confirmado el rigor y el acierto de la amenaza de que “el que se mueve no sale en la foto”, como castigo al silencio informativo que tanto perjudica al político.
El exilio o la exclusión de las personas y de sus ideas en los medios de comunicación social es condenarlos al ostracismo y al olvido.
Ser buen comunicador es saber vender el producto para que llegue al gran público con la debida fuerza persuasiva y probada eficacia.
El mensaje, para ser útil y eficaz, debe despertar la curiosidad, llamar la atención, incitar el deseo y el interés y, finalmente, inclinar la adhesión del público a aceptarlo, hacerlo suyo y propagarlo. Todo mensaje se dirige a conseguir su aceptación y difusión.
En la comunicación, tan importante como el comunicador y lo que se comunica, es saber y conocer a quién se comunica. Conocer el destinatario o segmento social al que se dirige el mensaje obliga a estudiar sus gustos y preferencias para poder predecir su posible grado de aceptación y seguimiento.
Otra característica que debe reunir el mensaje es ser atractivo y creíble para penetrar, influir, arraigar y permanecer.
La comunicación debe ser pública, dirigirse al público y alcanzar la máxima publicidad. Ese es el “desiderátum” de una buena y eficaz comunicación.
El derecho a “comunicar o recibir libremente información” está reconocido en el Artículo 20 de nuestra Constitución, estableciendo que “ese derecho no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa”. Precepto parecido se contiene en el Artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que ampara “la libertad de recibir o de comunicar informaciones o ideas”.
La libertad de información y el pluralismo informativo son garantía de la libertad política del ciudadano.

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