Humanizar la economía

La injustica no está en la economía, sino en el injusto reparto de la riqueza. Si el progreso de la humanidad y el aumento de la producción y de la riqueza no contribuyen a reducir las desigualdades sociales, la sumisión o dependencia del “ser” al “tener” aumentará y, con ello, cada vez habrá menos que tengan más y más que tengan menos.
Es cierto que de donde no hay no se puede sacar y que nadie da lo que no tiene; pero cada día se confirma más que el problema de la injusticia social y los males del capitalismo, no radican en la producción de bienes y riqueza, sino en su injusto reparto y distribución, así como en la dificultad de acceder a su uso y disfrute por la mayor parte de la población.
Es lamentable reconocer que la causa del hambre en el mundo no es la escasez o falta de productos, sino la concentración en pocas manos y países de su control y aprovechamiento.
Con las anteriores premisas no se puede pensar en la democracia si, como dice Todorov, “creemos que el deseo de enriquecerse es el bien supremo del ser humano”.
Aún reconociendo que el menos malo de los mecanismos conocidos de organización económica es el del libre mercado que estimula la iniciativa privada, promueve la competencia y aumenta el volumen de bienes y servicios, es evidente que, también, puede convertirse en el más perverso de los sistemas si no va acompañado del progreso social.
Por lo dicho anteriormente, nadie en la actualidad sacraliza el “mercado” como el regulador más eficaz y equitativo de las relaciones sociales y económicas, entre otras razones, por la muy poderosa de que, por naturaleza, el mercado tiende a caer en el monopolio y el dominio de posiciones hegemónicas ajenas al progreso social y al bien común.
Esa situación depredadora que provoca el mercado libre, sólo se corrige si se embrida la ambición y el egoísmo de sus agentes, mediante “políticas antimonopolio” que sirvan para mitigar la desigualdad.
Cada día se impone, con mayor fuerza, la crítica de los abusos del capitalismo y se defiende la “economía social de mercado”, es decir, aquella que corrija los excesos  y abusos en los que puede caer el libre mercado para conseguir que la falta de igualdad de las capacidades se corrija por la necesaria igualdad de las oportunidades.
Sería ingenuo pensar que el interés personal y el ánimo de lucro no son inherentes a la condición humana o que, son en sí mismos nefastos y perjudiciales para el progreso y desarrollo de la humanidad; antes al contrario, solo reconociendo la necesidad de la existencia y justificación del interés y corrigiendo y sancionando sus abusos y excesos, las sociedades prosperan y alcanzan mayores cotas del bienestar.

 

Humanizar la economía

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