Trabajar para no trabajar

Cuando el trabajo deja de ser la actividad humana necesaria para vivir y se convierte en la obsesión de vivir para trabajar, entramos en la “sociedad del cansancio”, como la denomina el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han.

Para ese autor, la sociedad de trabajo y rendimiento no es ninguna sociedad libre, pues produce nuevas obligaciones. La sociedad del cansancio es aquélla en la que el amo mismo se ha convertido en esclavo del trabajo. Así, uno se explota a sí mismo, haciendo posible la explotación sin dominio. La sociedad del cansancio sustituye la “alienación” del dominio del hombre por el hombre, por el “servilismo del trabajo”, que es tan nefasto como el propio trabajo servil.

La sociedad del cansancio, que es objeto de la crítica de dicho filósofo surcoreano,  constituye el cénit del culto a la producción y al producto, como una especie de delirio colectivo en el que todos sus participantes son esclavos de un mismo señor: el trabajo y su rendimiento.

El hombre cansado es un ser agotado, que es constantemente devorado por su propio ego. Es víctima y verdugo a la vez y su libertad es una condena de autoexplotación.

La idea de la sociedad del cansancio, como medio de hacer al hombre esclavo de sí mismo, es deshumanizar el trabajo, elevándolo a la categoría de nuevo amo o tirano de la sociedad de consumo, que es en la que vivimos.

La sociedad del cansancio se opone al principio natural de que el hombre trabaja para dejar de trabajar. No cabe duda que resulta más difícil rebelarse cuando víctima y verdugo, explotador y explotado son la misma persona. Esa sociedad produce individuos agotados, fracasados y deprimidos. Esta forma de explotación resulta, además, mucho más eficiente y productiva, debido a que el individuo decide voluntariamente explotarse a sí mismo hasta la extenuación.

Trabajar sin descanso es trabajar por trabajar, convirtiendo esa facultad humana en el peor tormento de los hombres, es, diríamos, la pena de “trabajos forzados” en la que al esfuerzo y la fatiga se asocia la ausencia de resultado alguno.

Esa situación conduce a la nostalgia que, según Simon Kuper, consiste en “añorar algo que nunca existió” y en ocasiones, “menospreciar la situación actual”.

En definitiva, la más racional y progresista no es la sociedad del cansancio, sino la del trabajo para poder vivir y, en su momento, dejar de trabajar o descansar. Si todos los excesos son malos y perjudiciales, “un exceso de positividad está conduciendo a una sociedad del cansancio”, sentencia el filósofo antes citado.

Trabajar para no trabajar

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