Utopía, motor del cambio

El progreso y la utopía son sendas tendencias naturales del afán o deseo del género humano por avanzar en la mejora de la vida y condiciones de las personas y de la sociedad. Aunque se trata de dos conceptos distintos, coinciden, sin embargo, en mirar hacia el futuro y rechazar la idea de que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
El inconformismo crítico frente al presente y el afán o deseo de anticipar un futuro más próspero y mejor para la humanidad son las metas y objetivos, tanto de una como de otra tendencia.
Para cumplir sus objetivos coinciden en reconocer que la realidad no es inmutable y que, por el contrario, puede cambiarse para mejorar, pues, de lo contrario, permanecería estancada y el progreso dejaría de existir. Pensar que el hombre en un ser inactivo y no reactivo o proactivo es negar su condición de ser reflexivo, inteligente y libre.
Adela Cortina, citada por Juan José Tamayo, dice que “sin futuro utópico en el que quepa esperar y por el que quepa comprometerse, carece de sentido nuestro actual presente”.
Tanto la idea del progreso como el pensamiento utópico tratan de anticipar un futuro mejor. Ambos son sendas reacciones críticas a lo experimentado y vivido pero, como dice Nietzsche, “no hay progreso que no tuviera su comienzo en una minoría audaz, ante la instintiva pereza de la mayoría”. Esa minoría inconformista y utópica participa, también, de “un modo optimista de ver las cosas” y de concebir cómo desearíamos que fuesen el mundo y la sociedad. Por esto, si como dice Bertrand Russell, “los científicos se esfuerzan en hacer posible lo imposible y los políticos por hacer lo posible imposible”, por nuestra parte podríamos añadir que los “utópicos” se esfuerzan por “hacer posible lo deseable”.
También se dice que en los utópicos prevalece el optimismo de la acción, frente al pesimismo de la reflexión o el entendimiento.
A la vista de lo anterior, la expresión según la cual, “de ilusión también se vive”, no debe aplicarse a los utópicos, que no son ilusos ni soñadores. Son, por el contrario, promotores activos del cambio social y defensores del progreso, que consiste en avanzar mejorando. En esa confianza reside el pensamiento de Todorov, cuando afirma que “el progreso en democracia implica la idea de que es posible mejorar y perfeccionar el orden social, gracias a los esfuerzos de la voluntad colectiva”.
La utopía no solo consiste, como ya hemos dicho, en hacer posible lo que es deseable, sino también, en adoptar la decisión voluntaria y necesaria para conseguirlo y la confianza del ser humano en su capacidad y fuerza para lograrlo.

Utopía, motor del cambio

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