El año de Sánchez

Con Presupuesto o sin él, Sánchez está decidido a agotar la legislatura. Y tiene posibilidades de conseguirlo. No tanto por sus aciertos como por los errores o carencias de sus adversarios. Torpeza es que PP y Ciudadanos estén dejándose liar en Andalucía a cuenta de sí aceptan con o sin condiciones el apoyo de Vox. Carencia es que a la oferta de apoyo a los presupuestos de la Generalitat realizada por Iceta a cambio del voto de los diputados independentistas catalanes en el Congreso a los Presupuestos del Gobierno, la exigencia de Torra sea la excarcelación de los políticos que están presos por su participación en el golpe al Estado del 2017.

Desde su alianza con Podemos, de la que Iglesias se presentaba como el gran muñidor hasta la fecha sin demasiado rédito, Sánchez dedica su tiempo a la forja de una interminable campaña de imagen. Cuantos les critican por el uso –y abuso– del “Falcon” y demás recursos propios del poder no reparan en un hecho capital: a Sánchez esas críticas no le hacen mella. Él va a lo suyo. Las críticas por ese comportamiento propio de un nuevo rico, no le distraen de su objetivo.

Lo que le pueda faltar en principios y criterio lo suple con creces con su ambición e instinto de poder. Lo demostró en el pasado cuando, tras ser defenestrado por los barones de su partido, remontó aquella depresión y fue capaz de volver venciendo en las urnas a Susana Díaz, su gran rival y fracasada némesis política. La ambición de Sánchez era llegar –como fuera– a La Moncloa y, de momento lo ha conseguido. Incumpliendo el compromiso que él mismo se impuso de convocar elecciones “cuanto antes” y olvidando o directamente revocando cualquier acuerdo que pueda poner en riesgo su objetivo de permanecer donde está.

En su forma de hacer política Sánchez no se parece a ninguno de los presidentes que le han precedido. Ni siquiera a Zapatero, que es con quien guarda alguna afinidad. A sus predecesores les movía la política, el afán de cambiar las cosas o hacerlas a su manera. A juzgar por sus actos, para Sánchez la acción de gobierno es un mero instrumento, un vector para alcanzar y retener lo verdaderamente importante: el poder. Esa es su ambición y a ella sacrificará lo que sea menester. Quienes le tildan de veleta, no le conocen. Y cometen un error porque 2019 va camino de ser el año de Sánchez.

El año de Sánchez

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