La cuña de Vox

Las encuestas no son más que conjeturas acerca del futuro y por eso hay que analizarlas con tanta prudencia como reserva. Aún así, son útiles porque marcan tendencias. Las últimas que hemos conocido -hasta ocho en la última semana- apuntan un estancamiento del PSOE -que no obstante se mantiene como primera fuerza y un crecimiento notable del PP- hasta rebasar los cien escaños, ahora tiene 66. Y también aportan dos datos muy significativos: el hundimiento de Ciudadanos y una subida espectacular de Vox hasta el punto de que alguno de los sondeos concluye que podría llegar a conseguir 40 diputados (ahora tiene 26). Con oscilaciones en orden al número de escaños el crecimiento del partido que dirige Santiago Abascal se refleja en todas las encuestas al igual que el desplome de Ciudadanos. Un hecho que entre otros factores cabría atribuir al error estratégico cometido por Albert Rivera al haber cerrado la puerta a algún tipo de pacto con Pedro Sánchez que hubiera evitado la repetición de las elecciones conjurando de paso posibles acuerdos del PSOE con Podemos

Respecto de la otra novedad que anuncian las encuestas, me refiero al subidón de Vox, parece claro que tiene su origen en el trasvase de votantes descontentos del PP -cabreados sería la palabra exacta-, ante la política seguida por el partido cuando estuvo presidido por Mariano Rajoy.

Lo paradójico de la situación es que el ascenso de Vox en número de escaños beneficia al PSOE. Es pura aritmética parlamentaria. Las derechas (PP, Ciudadanos y Vox) concurren a las elecciones por separado y dadas las peculiaridades de Ley Electoral en las provincias menos pobladas la fragmentación del voto de las opciones de derechas acaba decantándose a favor del PSOE partido que en esas provincias -con excepción de Cataluña y el País Vasco- suele ser la única lista de izquierdas.

En la expectativa de un hipotético escenario postelectoral en el que la suma de escaños del bloque de derechas pudiera superar al que podría aglutinar el PSOE, el PP sabe que a diferencia de lo que venía ocurriendo en tiempos del bipartidismo, ahora no puede contar con el nacionalismo dizque moderado (el PNV empuñó el puñal contra Mariano Rajoy en la moción de censura) y en Cataluña lo que queda de Convergencia está en línea con Puigdemont en Waterloo. Así las cosas, la paradoja que se presenta es que el 10N, si crece tanto como parece, puede ser Vox quien cierre el paso al sueño monclovita de Pablo Casado. Ya se sabe que no hay peor cuña que la de la misma madera.

La cuña de Vox

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