Odio sectario

en Francia, a pocos días de la segunda y definitiva vuelta de las elecciones presidenciales, el debate político está subiendo de tono . Sobre todo en el ámbito de la izquierda. La ambigüedad de Jean Luc Melanchon, líder de la extrema izquierda neo comunista que no ha querido comprometer su apoyo a Emmanuel Macron, el ex ministro socialista que se enfrenta a la neofascista Marine Le Pen, está haciendo correr ríos de tinta.
En Francia la política apasiona. Los franceses despotrican contra los políticos pero llevan la política en la sangre. Las encuestas pronostican la victoria de Macron pero Le Pen está aprovechando el descontento de los desahuciados por la crisis -que es transversal-para predicar en feudos de voto comunista. Los extremos se tocan.
Mientras otros políticos de la izquierda como el presidente Hollande o el ex primer ministro Manuel Valls han anunciado que votaran a Macron, la renuencia de Melanchon (se refugia en qué quiere consultar a las bases), suena a hipocresía. A reverberación del odio ancestral de los comunistas hacia los socialistas. Una pulsión tóxica que hunde sus raíces en las disputas de antaño por el liderazgo político de la clase obrera y que remite a episodios históricos siniestros.
Al ningunear el voto al candidato que mejor representa los valores republicanos democráticos y europeístas frente a la candidata del Frente Nacional, una organización de extrema derecha que pretende sacar a Francia del euro y de la Unión Europea, los comunistas priman sus intereses de partido frente a los intereses generales del país.Si Marine Le Pen llegará a ocupar el sillón presidencial del Elíseo, los comunistas se presentarían como la vanguardia en la lucha contra el neofascismo del Frente Nacional. Pero no lo hacen cuando pueden evitarlo.
Es la vieja consigna leninista que apuesta por el “cuanto peor, mejor”. Pablo Iglesias hizo campaña por Melanchon participando en uno de sus mítines en París. También aquí, como se recordará, en ocasión de la investidura fallida de Pedro Sánchez, Podemos (Iglesias) negó su apoyo al candidato del Partido Socialista. Cambian los nombres y las circunstancias pero el odio sectario permanece.

Odio sectario

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