Surrealismo político

La política está viviendo una etapa surrealista. Por la frecuencia con la que se suceden hechos insólitos y la aparente naturalidad con la que son recibidos. El último es el anuncio de que Pablo Iglesias, sin tener cargo oficial alguno en el Gobierno, tiene previsto desplazarse a la cárcel catalana donde se encuentra Oriol Junqueras –preso preventivo a la espera de juicio como presunto autor de un delito de rebelión– para “negociar” el apoyo de ERC al proyecto de Presupuestos Generales del Estado que impulsa el Gobierno. Un hecho insólito. Pero una iniciativa que se entiende que cuenta con el beneplácito de Pedro Sánchez, que sería el principal beneficiario de dicha mediación si culminara con éxito.
Quienes se preguntan que hasta dónde estaría dispuesto a llegar Sánchez para permanecer en La Moncloa aquí tienen una respuesta: hasta dónde haga falta. Lo que sea menester con tal de seguir incumpliendo su promesa de convocar elecciones “cuanto antes” tal y como dijo en su día. La visita de Iglesias a Junqueras tiene más de una lectura. Más allá de lo provocador que puede resultar el encuentro, no olvidemos que el interlocutor de Iglesias está acusado de ser uno de los promotores del intento de golpe acaecido en Cataluña en el mes de octubre del pasado año; un intento de sedición cuyo objetivo perseguía a través de la creación de “estructuras de Estado” la secesión de una parte del territorio español.
Que Sánchez necesita los votos de los nueve diputados de ERC (y los ocho del partido del Puigdemont, más los cinco del PNV) para sacar adelante los Presupuestos es un hecho. Pero pactar con quienes quiere pactar sabiendo que las contrapartidas que exigen para apoyar el proyecto son todas ellas contrarias a la Constitución, debería hacer reflexionar a Sánchez. Y también al resto de dirigentes del PSOE, partido al que está instrumentalizando de manera abierta para lograr sus objetivos personales.
Al “comisionar” a Iglesias para que negocie con Junqueras también está lanzando un mensaje a la judicatura. Un mensaje hasta cierto punto perverso. Es como si estuviera diciendo a jueces y fiscales que quienes en su día sentaran en el banquillo son honorables y contribuyen a la estabilidad de España. Ya digo que la misión del intermediario Iglesias tiene algo de surrealista al tiempo que anuncia que quienes gobiernan y sus apoyos harán cuanto esté en su mano para seguir en el poder. 

 

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